Mi plan

Lo tengo todo planeado.
Me tomé el atrevimiento
de diseñar el momento
que tanto habias soñado.
Puse en marcha un mecanismo
que cuantifique el progreso
de aquel mentado proceso
sin derrochar optimismo.

Para alcanzar esas metas
configuré un largo esquema
y articulé mi sistema
con diez acciones concretas.
Teniendo en cuenta el contexto
me puse un solo objetivo
con un plazo imperativo
sin mediar ningún pretexto.

Establecí un par de pautas
analicé los caminos
los potenciales destinos
y las opciones más cautas.
Ya elaborado el proyecto
y la estrategia planteada
lo sometí a tu mirada
pero encontraste un defecto.

Rebosaba de egoísmo
bajo un diagnóstico errado
todo mal direccionado
y funcional a mi mismo.
Fiel a mis propios modelos
tuve un pequeño descuido
no era tu sueño cumplido
eran mis viejos anhelos.

Vergüenza

En el llano de la noche de mi cuarto
Que me aturde de frío y de recuerdoz
Azoma tu voz borroza y zercana
Tu paz en pijamaz
Traz la pared.

El mizmo muro que noz une y noz zepara
Mi zoledad zeloza de tu ezpalda
Porque estaz a mi lado zin zaberlo
Deznutriendo miz miedoz
Traz la pared.

Ez que tu almohada ze acerca a la mía
Cuando giraz fruztrada de zueñoz negroz
Te oigo temblar de coztado
y rezar a mi lado
Traz la pared.

Zé que dezpiertaz zedienta de abrazoz
Y yo tan zerca, tan lejoz, tan nada
Rompería ezte mar de ladrilloz
Por volverme tu abrigo
Traz la pared.

Zi acazo una tarde te encuentro en mi puerta
Mi voz zedoza tropezará de vergüenza
Por ezo me abrazo a ezte zilenzio de zombraz
zigue durmiendo zola
Traz mi pared.


Solíamos

Solíamos.
Ya no solemos.
Ahora tu sueles.
A veces yo suelo.

Solerás tu
como solías
soleré yo
si acaso puedo.

Solerás, soleré
pero los dos
como entonces
ya no soleremos.

Me duele esa parte
del alma
que torna el amor
en recuerdo.

No la despertemos

No la despertemos.
Dejémosla que duerma.
Si tenemos que llegar tarde
por ver como sueña
por esa mueca tardía,
por un suspiro más
que siga...

Que atrape el último ensueño
con los párpados hambrientos
de colores, de paisajes innecesarios
pero a su medida.
Se deja abrazar por su almohada
que alguna vez fue nuestra
y arroja un gemido de estrellas.

Parece sumirse hasta el fondo de algo
pero está a la deriva.
No quiere soltar ese sueño indomable
Pero lo suelta.
Se destapa con los pies rebeldes
y el mar de la aurora hace rato
que la dejó en nuestra orilla.

Allí enredada en su pelo de espuma
Ya sabe que la estamos viendo
Y nos mira
Y nos lee
Y nos toca
y vamos
que se hace tarde.

Los peces y las rosas

Los peces, las rosas
y algunas otras cosas
esconden muchas espinas.
Una calle sin esquinas
es una casa sin puerta
Pues la verdad siempre es cierta
aunque la diga un farsante
Y una mentira elegante
puede durar mas de un año
más cuando acabe el engaño
verás que angosto el camino
qué va marcando el destino
para el que vence en secreto;
y es qué el honor es discreto
cuando el amor es semilla,
Pero el que ahora se humilla
se sentará con los grandes.
Por eso nunca te agrandes
espera todas las cosas
por qué los peces, las rosas
y eso que no te imaginas
esconde muchas espinas.

Nunca estuvimos tan cerca

Años despues
salí al patio a colgar la ropa
y miré al cielo.
Azul a pesar de todo...
El cielo también me miró
me vio tan lejos
tan poco, tan nada
que me quiso encender con su brisa
y me quiso arrancar del silencio.
Le entregué mi soledad de nuevo
pero esta vez
le dejé ser mi dueño para siempre,
me mordí los ojos con los parpados,
tragué todo el aire que me rodeaba
y nunca estuvimos tan cerca.

Se me va

Se me escapa del pecho
para hundirse en la penumbra
mientras salgo a rescatarlo de la noche
Tiene esa obsesión voraz y absurda,
tiene  ese mezquino sueño
de enterrarse en las tinieblas
y hacerlo todo a su modo.
Teje sus propios caminos,
sigue su propios pasos,
a veces habla dormido
y a veces se prende fuego.
Se humedece de nostalgias vagabundas
y se incendia de pasiones.
Parece que lo ensancha la miseria;
quiere llevarme a sus cosas
y emborracharme de culpas
para sentirse mas bueno.

Se enamora del mundo
aunque siempre lo humillan.
Lo empalagan de premios
lo destrozan, lo enumeran.
Le prestan los laureles por un día
y después lo desnudan
sobre alguna vereda.
Y yo salgo a rescatarlo de la noche.
Vuelvo a tocar su latido ciego.
Me lo llevo conmigo
y no siempre se queda.
Sobre todas las cosas que guardo
me lo guardo en el pecho,
porque emana vida,
porqué me hace falta;
porque si un día le doy las riendas
me arrastrará a su pantano de ensueños
y adiós a mis días.

Yo no te llamé

          Yo no te llamé,
habrá sido ese viento
sonámbulo
inquieto
que juega curioso
con los átomos que cuelgan del sauce.
Que suscita un susurro,
que acaricia al silencio...

           Pudo ser el rocío tardío
destilando un rumor de alborada,
una gota
que engendra otra gota
y se estrella en tu puerta
como un grito indecible
que parece mi voz
fecundando tu nombre...

             Pero no fui yo.
Pudo ser una idea encendida
tiritando en el aire.
Un latido en las sombras.
Un cantar de bisagras.
Los crujidos del piano
que hacen eco en el techo
pero no fue mi boca...

       Es que a veces cuando un anhelo
es tan fuego, tan trueno,
tan río desbocado;
se hace cuerpo en la voz de la noche,
te abre las ventanas
crece por tus sabanas
y brota impaciente
en un murmullo de estrellas.

Los causantes

Cerciorémonos con antelación
de las presuntas implicancias
que perpetrar lo nuestro acarrearía.
Vislumbremos si hay un ápice de acierto
en el audaz desacierto
de instigar los mismos actos
que parecían urgentes
y hoy nos delatan.

Empeñado en deshacer indicios
fui proclive a merodear a ciegas
en las afueras de la noche,
a los fines de alterar la escena
y postergar la condena;
mas denodadamente coincidimos
en las viejas formas
de fraguar la tregua.

Nosotros, los causantes,
que cubrimos de dudas las certezas
y arremetimos sin contemplaciones
contra el objeto de nuestras displicencias;
recurrimos a incautar de ausencias
los rezagos de impericia
y en la fuga de sembrar coartadas
dejamos huellas.

Percatémonos del mal que nos aceche
o el favor que nuestro vínculo propicie,
procedamos de manera preventiva
y si acaso al concebir el hecho
advertimos que hay provecho;
pues si hay tanto que ganar, no desistamos
y si hay algo que perder
lo resignemos.

Siempre estoy despierto

Yo siempre estoy despierto
y siempre del fugaz destello
       de ilusión genuina
que en la noche asoma
la esperanza advierto.
   Yo siempre estoy queriendo
y a veces cuando surge el alba,
la intención del día
  con sus mil secretos
   puedo ver naciendo.

Nos volvimos caminando


Nos volvimos caminando entre baldosas,
      sorteando charcos, nombrando estrellas;
una luz de mercurio te estiraba la sombra
y una fila de hormigas te pisaba las huellas.
Si me dieras un lápiz y unas hojas gastadas
             te podría esbozar cada esquina,
un portón oxidado, un pasaje de ripio;
los malvones marchitos de la pobre vecina. 
Los perros de al lado, que siempre me odiaron,
       el gato en la tapia velando al asecho,
      un gallo infinito tosiendo sus notas;
la luna enredada en los cables del techo.
Tus ojos de grillo raspando un murmullo,
   tu mano apenada arrugando un boleto,
 la noche en tu frente, la brisa en tu boca
y un ramo de dudas buscando un secreto.

Algunas cosas


Algunas cosas como el alma
             y otras como el cielo
se encuentran de vez en cuando
              para hacerse un poema.
    Se evaporan de luces,
se humedecen en llamas
y entonces cuando nadie mira,
        cuando nadie las nombra,
se desmayan sobre un pecho deshojado
 y nos brotan desde el fondo de la nada.

Primos hermanos


Salir a atrapar las noches de inocencia
con las manos abiertas como árboles,
Era respirar el cielo ardiente del verano
era el vapor de los naranjos en la sangre.
Era un juego emancipado de dilemas,
una estación fecunda de promesas,
era un tren cargado de provincias,
de pueblos sin nombre, de primos hermanos.

Era cabalgar sin riendas
sobre un hilo de ocurrencias repentinas,
un canto azucarado de vigilias,
una llanura infinita de proezas.
Sabíamos tan poco, que todo nos brillaba.
Teníamos un canto atropellado de estrellas,
una sociedad de encuentros postergados,
un compendio de secretos compartidos.

Una tarde nos fuimos abriendo,
nos dejamos rodar las miradas
para decir hasta pronto, para decir algún día...
Es que luego ese viento mezquino 
nos sembró por todas partes,
nos pobló de silencios, de sentidos comunes.
Los vagones siguieron pasando,
Pero ya no estábamos, ya no volvimos.

De vez en cuando, mientras todos duermen
me deslizo hasta el umbral de la alborada
voy al patio abovedado de galaxias,
y corro a perseguir aquel verano;
y sé que ellos también se despiertan
y buscan el mismo racimo entre las ramas,
me vuelve a palpitar la piel en llamas
y sé que no estamos tan lejos.

Cuando el alma se atragante


Cuando el alma se atragante
       ¿qué le darás de beber?
      De más está suponer
que se tragó un caramelo.
¿Le pedirás que se aguante
   cuando se ponga a toser?
     ¿La llevarás a comer
cuando no tenga consuelo?
No tomes nunca del suelo
lo que no quieras perder
tarde o temprano el dolor
se llevará lo que es suyo;
      mejor recoge lo tuyo
para que nadie tropiece,
cuando la noche florece
       se pone raro el camino.
Porque el alma se atraganta
cuando no encuentra destino,
viene la duda que espanta
con ese amargo sabor
que a veces tiene el color
       de una cizaña que crece.
Que no te vuelvas mezquino
cuando te apriete el rencor
   que no se enfríe el calor
mira que pronto amanece.

¿Sabe la rosa?

¿Sabe la rosa que es rosa?
    ¿Sabe su nombre el rosal?
¿Sabe que no es otra cosa?
    ¿Sabe que tiene un final?

Quise

Quise aletargar tu letanía
a fuerza de mezquinas conjeturas.
Te miraba como miran los que saben
pero nunca supe, pero no nunca pude.
Te vestía de dogmas, te presté mi conciencia
y te fui desmayando con mi dura inocencia.
Quise amortiguar tu desventura
con máximas locuaces y sinceras.
Te extasié de impenetrables argumentos
pero nunca supe, pero nunca estuve.
Te enredé en mis doctrinas, te vacié de poemas
y me fui hundiendo solo, en mis huecos dilemas.
Y al fin cuando cociste tus heridas,
y mudaste tu lamento en alabanza;
era yo el mendigo ciego de penumbras
y eras tú mi bocanada de esperanza.

Ocúrreme otra vez


Ocúrreme otra vez como esa tarde,
     la del sol que temblaba de otoño
bajo el cielo febril de tu mano,
la del viento solfeando una copla,
la del valle extasiado de orquídeas.
       Me dejaste en la sal
con la frente encendida,
derramado en la arena
con el alma doblada.
Ocúrreme otra vez que ya no duermo
          y ya no vuelvo desde entonces.
Sigo los rastros de un sueño
    que se disipa en la noche,
busco las notas de un himno
         que ya no suena en la brisa.
Ocúrreme otra vez como esa tarde.
Ocúrreme otra vez cuando te nombre.

Vamos a nombrarnos


         Vamos a nombrarnos para siempre,
a morder la noche con los dientes ciegos.
Vamos a sembrarnos por las tardes
y a escondernos de las muecas del invierno.
Vamos que no queman las cenizas,
                       solo el fuego.
Que el dolor no duele tanto
           cuando está de paso.
Vamos a robarle al universo
la canción descalza que nos fue quitando.

Propenso


                        Soy propenso a ti.
           Siempre resbalo a tu vera.
Si me miras, me persuades,
si me escondo, me delatas.
Me sucedes todo el tiempo.
Me caminas, me intercalas.
    Soy el mar cuando navegas,
   soy adiós cuando te marchas.
Lluéveme de noche mientras duermo,
                  sigue siendo, no te acabes;
         quiero que me corras por las venas,
      quiero que me encuentres en el aire.

El amor no es un simple accidente

El amor no es un simple accidente.
No es andar con el alma encantada
        ni temblar con la sola mirada
de otro ser que se vuelve inminente.
Ha de ser algo más que un ferviente
          juramento sincero y sumiso,
 que al agravio hay que hacer caso omiso
o que al tiempo poner buen semblante.
No es volver con la frente menguante
ni pedirle a la mente permiso.

Es más bien el amor esa lanza
que traspasa el costado de Cristo,
contemplar lo que aún no se ha visto,
y esperar aunque no haya esperanza,
     renunciar a la justa venganza;
perdonar lo que el mundo aborrece,
      abatir el rencor que aparece
para ahogar ese fuego encendido.
El amor no hace nada indebido,
es un árbol que un día florece.

Ya nunca más estuve solo


    Antes me extraviaba en los sentidos,
extasiado de mezquinas pretensiones,
        me embriagaba de sombríos corolarios,
merodeando en los panteones de la ausencia.
    Antes me ahogaba en los pasillos
repitiendo que el amor era mentira,
y en la máquina del mundo me engranaba,
            clausurado de infelices conjeturas.
    Y una vez tocó la puerta de mi noche
y cenamos bajo el claro de una estrella,
     Y por fín mire los ojos de la vida;
  y broté por los regueros de su huerto. 
   Y después me abrió del pecho las cadenas
y me dio un amor despierto de inocencias,
me pobló la huella ardiente de su sombra
   y después ya nunca más estuve solo.

Considérame

        ¡Considérame!
La suerte me ha negado su pestaña de azúcar.
Me abrazó el desprecio tantas veces
y me besó el engaño en la penumbra.
Me embriagué de tropiezos y de angustias
Si...
con la frente abatida y el amor enterrado. 
        ¡Considérame!
Yo sé que tus caminos son más altos.
Que a todo el que se humilla lo levantas
y nada se te pierde entre las manos.
Que surque tu relámpago la noche
Si...
¡Que rompa del desdén los maleficios!


Te cambié por el mundo


Una vez te cambié por el mundo,
                    y me fui con el alma
de placeres sedienta.
Me abracé a la brutal apariencia
de este siglo que todo lo ostenta.

Y me fui con el pecho inflamado
                          y solté tu mirada,
y olvide tus caminos;
me burlé de tu clara inocencia
desquiciado de amores leoninos.

Me hiciste tanta falta
                 en esa noche hambrienta...

Y me hundí con tu herencia en el fango
                       para ver lo que el mundo
en su seno escondía;
no había nada en sus fauces voraces
nada más que desgracia tardía.

Porque yo te cambié por un sueño
                        de una vida tiznada,
despojada y siniestra.
Pero fuiste corriendo a mis brazos
cuando quise volver a tu diestra.

Me hiciste tanta falta
                  en esa noche hambrienta…

Paraíso de sombras


Paraíso de sombras
del hambre,
y las cenizas...
Perturbadora la paz
del silencio,
del eterno extravío…
Luces caídas como un rayo.
Lagos incendiados del olvido,
Inextinguible el calor de la distancia.
Sera un invierno largo
de fuego y de nostalgia,
de azufre en los labios,
de sal en las venas…
Allí donde el perdón no alcanza,
Allí donde el amor condena,
donde la angustia se dilata
cuando suene la canción lejana
del que fue su propio dios,
del que fue su propio infierno…
Allí, donde los dientes gritan
lo que calló la vida,
lo que tragó el orgullo.
Allí donde estaría mi alma,
de allí me rescataba tu clemencia.

En el hueco de tus alas


Escondido aquí en el hueco de tus alas,
al abrigo del susurro que te nombra;
           cerca de tu pecho,
         dentro de tu sombra;
he sabido y he entendido,
he vuelto a ser y a nacer,
he encontrado los sueños perdidos,
he aprendido a ganar y a perder.

Cuando quiero contar lo infinito


Cuando quiero contar lo infinito
y abrazarme al feroz universo,
                 solo cierro los ojos del pecho
y me arrojo a tu abismo de alondras;
me disuelvo en la sal de tu lumbre
             y despierto bogando en tu lecho. 
Cuando quiero emerger de este cepo
que la piel me tejió con sus grillos,
             me disipo en la luz de tu esencia
y del verso me brota una copla;
es un himno que atrapa tu nombre,
                que desata tu dulce presencia.  
Cuando quiero apagar el delirio
de vagar con la mente anegada,
         me recuerdo que hay algo genuino
para el hombre que busca un milagro;
me sumerjo en las cuencas del alma
                      donde yace tu sello divino.

Quería saberlo todo

El número intangible de la espuma.
El ritmo incomprensible de la suerte. 
La intriga de morir sin ver la muerte. 
Los hilos transparentes de la bruma.

La hora en que los ángeles nacían. 
Las puertas del abismo de la tierra. 
La voz que enciende el filo de la guerra.
La cruz que los libertos merecían.

La sangre redentora en el calvario. 
El próspero Camino a tu morada. 
La prístina Verdad inmaculada. 
La Vida que bebí de tu santuario.

Todavía creo


Todavía creo,
como entonces…
Cuando en el claro de la noche
mientras mi pueblo dormía,
me empujabas al patio,
me enseñabas el cielo;
tus ejércitos ardiendo
sobre el prado de la niebla.
   Medio universo latiendo
        en mi inocente retina.
Todavía siento,
como entonces…
Cuando la brisa de tu aurora
me despertaba encendida.
Me dejabas pellizcarte en la alborada,
 me palpitabas en el pecho
 con tu reloj de fuego,
            con tu abrazo de fuego.
Y yo era campo y tú eras brisa;
 yo era cause y tú la torrentera. 
Todavía pienso,
como entonces…
Cuando la tarde desmayada en el poniente
 me emborrachaba de tristeza;
con el temor de nunca ser lo que soñara
                y de perder un día
          a los que tanto amaba.
 Me atemperaba tu canción de seda,
 porque tenías el control del cielo;
    porque tenías el control de todo.

No me toques el alma


No me toques el alma con las manos frías.
No se puede en el viento enhebrar una pluma.
Si me ciegan las llamas, si me aturde la espuma,
         Es que hay cosas nuestras que ya no son mías. 
No me toquen el alma con las manos frías.
Tiene piel de arreboles con las nubes llenas,
   Una luz nacarada caminando en las venas
         y una nota enredada entre dos melodías.

Tu sombra

También me fijo en tu sombra.
   Tu suave y discreta sombra.
             Su contorno escurridizo,
    su porte antojadizo, palaciego.
Pasa por el llano de mi alfombra;
             Se acurruca, se desmaya.
Tiembla desconfiada en los pasillos
   y se escapa por debajo de la mesa.
Se estira hasta el umbral de mi silencio.
              Tu larga sombra...
Se esconde en la penumbra.
              Crece en tus raíces
    descalza, vagabunda.
Te repite sobre el suelo;
     su caricia es de seda.
          Te persigue como un niño;
                su perfume es de nube.
         Qué sombra la tuya.
Qué formas, que maneras.
       Qué parecida a tu alma.
Qué inocente transparencia.

La noche me amaba

Es que la noche me amaba.
Si, la noche.
Pretendía mi beso celeste.
Esperaba que el pueblo se duerma,
escondida detrás de una nube;
como el mar, recostada en el cielo,
vestida de niebla,
cubierta de luces.
Me dejaba mirar en sus ojos
infinitos, gigantescos;
y yo quería contarlos
y yo quería ser bueno.
Es que la noche me amaba
porque entonces mi voz la cubría;
porque yo le decía las cosas
que los otros jamás le decían.
La dejaba cruzar mi ventana,
le besaba la piel
sobre aquella laguna.
Y por eso la noche me amaba.
Si, la noche era mía.
Ya no soy el mismo
pero ella es la misma.
A veces escucho su llanto
y sé que me nombra
y sé que me mira;
no puedo buscarla, lo sé…
lo sé ¡nunca más será mía!
Es que entonces, mis ojos incautos
repetían la luz de la luna
y yo no era este hombre sin alas;
el que hoy se hace tantas preguntas...

Quién comenzó este silencio

Quién comenzó este silencio, no lo sé.
Me lo pregunto en voz baja.
Yo no puedo decir que fue el olvido
o esa canción sedosa
que sin notas, sin escalas,
se nos fue entrando en el alma
hasta prenderse fuego.
Cómo empezó este silencio
no lo sé, ya solo importa
que lo dejamos suelto.
Lo fuimos creciendo entre todos,
le dimos de comer murmullos
lo vestimos de muecas;
le enseñamos a callar en todos los idiomas,
a morderse la lengua y a torcer los labios
y a trabar los dientes con el pecho afuera.
le dimos las llaves,
le pusimos nombre,
hasta que una noche
nos fuimos a dormir de ausencias.
No sé quién empezó este silencio.
Yo no puedo decir que fue el olvido;
pero quisiera.

Este templo


Si en este templo despojado
de piel y de cenizas,
hay una voz que se inflama,
hay una luz que respira;
si en medio de tanta muerte,
     de tanta fiebre encendida,
corre un arroyo de espumas
que me derrama en tu orilla…
Si alguna vez fui soldado,
si acaso tuve un amigo,
por poco o mucho que fuera
lo que brillé en el camino.
Fue tu verbo que no muere,
    que nunca vuelve vacío;
sigue sangrando inocencia
como un río cristalino.

Alguna vez

Alguna vez soy ese que está lejos.
        Ese que se mezcla con el aire.
Ese que no vuelve,
que se repite a sí mismo.
Soy el que no quieren que pronuncies.
      Del que nadie habla
      y al que nadie escucha.
Soy el que escribe esas cartas,
         esas que nunca te llegan.
Es que a veces soy brisa
y otras veces soy viento,
     yo me disipo en tu fuego
pero me siembro en tu orilla,
Soy el que te llueve por las tardes,
                     casi siempre,
aunque tu ya no me quieras.

Te procuro

   Igual que el aire que envuelve al aire,
      igual que el río que empuja al río;
     como la aguja que busca el norte
                   yo te procuro...

Dos palabras

Hay dos palabras que nunca
      me atrevería a decir,
aunque me falte el aire
 o aunque me sobre el cielo.
Es que hay letras que juntas
       te ensucian el alma,
no quiero ser ese huerto
donde el infierno florece.

No nos dejemos de lado


      No nos dejemos de lado,
      nunca nos llegue ese día.
No nos soltemos la mano,
   no nos quitemos la vida.
No nos quedemos sin nada,
  no nos volvamos ausentes.
Nunca nos demos la espalda;
        no nos separe la muerte.

Ya no me sigas


Tu constancia me abruma
contumaz peregrino.
No sé cómo te llamas
ni de dónde has venido.

Se muy bien lo que buscas
pero no soy tu dueño
yo no puedo tenerte
no soy buen compañero.

No me mires así
con los ojos hinchados;
dejaré que esta noche
te hagas nido a mi lado.

Puedo darte un abrigo
cuando llegue el invierno,
y este viejo collar
que me trae recuerdos.

Te daré un nuevo nombre,
quizás agua y comida,
trataré de ser bueno
pero ¡Ya no me sigas!

Viento peregrino


         Pensé en el viento peregrino,
condenado a pasar entre las nubes,
postergado a girar como la tierra.
Viento arcano, viento antiguo,
       Sin hermanos, sin amigos.
Pobre viento gitano;
no tiene a quien contarle sus hazañas,
       besó la noche pálida del Ganges,
        dejó su huella tibia en el Sahara.
Sopló en las torpes ciudadelas
de los incas, del azteca.
Movió las pléyades voraces
  de los godos, de los celtas.
                             Viento sonámbulo,
de noche merodeando entre las horas.
Su caricia es de pena.
Quiere quedarse y no puede.
        Quisiera ser penitente
andar con pies, no con alas.
        Viento vagabundo.
Pobre, no tiene sombra.
  No quiere ser golondrina.
Su canción que es quimera,
su canción busca una rama;
      quisiera ser como el árbol
              y echar raíces un día.

¿Para qué quiero esta soledad?


   ¿Para qué quiero esta soledad?
Si cuando quiero estar solo
                me abandona.
Sale de noche, duerme de día.
Cuando quiero estar con alguien
me sofoca,                     me socava.
A veces                        me persigue
y a veces                    se me escapa.
Parece que se esconde
                        y a veces
             parece que me extraña.

Si te vas ahora

                  No sabrás que sería
                  ni que hubiera cambiado
                  ni cómo ni cuando
                  ni yo tampoco.

Arrástrame de nuevo a la inocencia


Arrástrame de nuevo a la inocencia,
       que anduve ciego y ya no quiero.
Empujame otra vez contra el destino,
                 el que trazaste una vez
cuando no había lunas ni estrellas
ni tardes doradas, ni noches abiertas.
Siémbrame de nuevo en ese huerto.
Quiero volver a ser rio
En la llanura desierta,
Yo era sal en la noche,
Era luz en la ausencia,
Yo era el grano en tu molienda,
                         por piedad
                       te lo suplico.
Arrójame a tu luz como esa noche.
¡Arrástrame de nuevo a la inocencia!

Pobre piano

 ¡Pobre piano! agonizó la noche entera.
Todo seco lo encontró la madrugada,
      una brisa lo llamó por la ventana
  y exhaló un silencio frío de madera.
  No corría más la vida por sus cuerdas
   ni latía el bastidor como otros años;
era mudo en el compás de su teclado,
   sobre el pálido marfil de su osamenta.
    No logré escuchar su música postrera
      ni le pude dar mis últimos acordes,
se llevó en el aire todas mis canciones
   a la noche donde duermen las quimeras.
   Abracé su cuerpo negro y deshojado,
le besé su piel marchita de madero,
      le cerré su largo párpado de abeto
  y me fui con el silencio entre las manos.

Te olvidaste de mí


Unos se olvidan las llaves,
otros se olvidan las penas;
algunos pierden sus días
     entre las noches ajenas.
Muchos encuentran aciertos
  donde otros buscan la falla,
pocos encuentran la gloria
    donde otros tiran la toalla.
Algunos pierden amigos
  cuando el rencor se subleva,
hay quienes pierden la vida
      para encontrar una nueva.
Muchos se acuerdan del tiempo
           cuando les toca partir;
otros se acuerdan del miedo
         pero se olvidan de huir.
Yo que me olvido de todo
     siempre me acuerdo de ti,
muchos se olvidan las llaves,
             tú te olvidaste de mí.

Cuando puedas


  Cuando puedas y tengas un tiempo,
si es después o más tarde no importa.
Si ves que se puede, si no se complica,
    un fin de semana o un día cualquiera.
  A la hora que más te convenga
      y un lugar que te sea factible;
 por la noche, por la tarde,
       en tu casa o en la mía.
          Si no se puede, si está difícil,
ningún problema; ya habrá otro día.
    Lo dejamos para otra semana...
 Yo no quiero causarte molestias.

Nunca nos abandonamos

     Esa vida nuestra
fue la mejor que tuvimos.
     Fuimos dos
y a veces miles.
      Fuimos una historia
         delgada y sincera,
con muchos comienzos
y un sólo final.
Nacimos tantas veces
    que ya no recuerdo
     si fueron dos días,
si fueron cien años;
    si fuimos naciones,
si fuimos ciudades.
Tuvimos las llaves.
Tuvimos las puertas.
    Éramos también
y éramos tampoco.
Qué bueno que entonces
      sembramos las horas.
Qué bueno que nunca
    nos abandonamos.

Parece

        Parece que te aprieto el corazón,
que te soy pared, y te soy la espada,
que te quedas con el pecho dislocado;
 parece que de amor no entiendo nada.

           Parece que te estoy pisando
y te deshago en afiladas penas,
parece que soy ese que te arranca
     y desfibrila sin amor tus venas.

          Parece que no siento nada
Parece que no hay más salida.
Parece que te estrujo el alma.
           Te estoy salvando la vida.

Entonces

                  
            Entonces
no preciso el mar
para encontrar la playa.
No hace falta el sol
para esconder la noche.
¡Entonces no hay silencio
ni prisión tan grande
donde quepa el alma!

Darte la vida


Así, con la frente espinada,
   la garganta entreabierta;
      ese filo que te cruza como un río.
El amor que se te brota en cada arteria.
                 Así, sin brillo.
Sin la espada en la boca.
Sin el bronce en la huella.
Así, con los brazos inermes
          y la voz empoderada
derramando inocencia;
así no es difícil darte la vida.

Los que dañan


Cuidado cuando te dañen,
   no solo siembran la espina,
también te cuelgan un nombre
 que pesa más que la herida. 
     Te llamarán resentido.
        Te pensarán testarudo.
 Te embarrarán el derecho
  de reclamar lo que es tuyo.
     Hagas lo que digas,
       digas lo que hagas.
Si acaso pides justicia
ellos lo llaman venganza.
Serás el pájaro herido,
  ese que nunca se calla;
y cuando encuentres ayuda
tal vez lo llamen revancha. 
Cuando te alcance la flecha
      perdona pronto al que tira,
que el tiempo suele ser bueno
      para ensanchar las heridas.

Perdóname ahora


No esperes que un dia te hiera mi orgullo,
         perdóname ahora que reina el sosiego;
si yo te olvidé sin haberte sabido,
recuérdame siempre aunque nunca me vaya.

Tenía el alma como un pozo


Tenía el alma como un pozo
Negro, cubierto de hormigas.
Se ahogaba en su garganta
          y del reverso la piel.
     Su canción ya no dormía de costado
ni sujetaba la almohada entre sus ramas;
tenía el alma boca abajo
  y la fatiga de la historia.
Humeaba un pábilo en los pétalos
               y en su vapor de agonía
               vio un sin embargo,
               vio un no obstante;
               vio latir el suelo gris
               en sus rodillas.
Con el pecho inclinado
deshojó las baldosas,
lastimó el hormigón
     enterrando las manos.
     Hasta el fondo la noche,
  brazo ciego de sombras
  perforó la corteza
       con las uñas gastadas.
Con el puño desgarrado,
los nudillos hambrientos;
encontró un corazón
    húmedo de plasma.
Temblaba con el pulso de la tierra
                  y gritaba abandonado.
  Lo arrancó en las raíces,
  lo tomó entre las penas,
lo sembró en sus costillas;
    se juró contra el pecho
      no perderlo de nuevo.

Y yo no lo sabía

Se marchitaba en tus párpados
la rosa gris de los que duelen,
  entre las cuencas gastadas
de tus ojos de arena.
Se te estaba cayendo el invierno
    entre los dedos del alma,
   tenías la sonrisa nacarada
de los que abdican su anestesia
     en el olvido.
Yo una vez te pensé invulnerable
yo, de la mezquina incertidumbre,
tú, de las llanuras vaciadas
        del nunca, del jamás,
        de los tampoco.
Te quise dar un nombre
        que no era el tuyo,
derramé en tus oídos cansados
   un número incomprensible;
no vi que tu pecho de cera,
no vi que tu frente de tiza
se quebrantaba de noche
         y se apagaba de día;
es que te estabas muriendo,
          para nacer de nuevo
          y yo no lo sabía.

Migas y migajas

 
No es lo mismo decir migas
                que decir migajas,
miga me sabe a poco,
sobra que nunca sacia.
    Cuando del mundo mezquino
veo brotar su miseria,
cuando me aturde el desprecio;
              entonces digo migajas.

Hace tiempo que salté al vació


Hace tiempo
             que salté  
                      al vació.
Ya debería haber llegado.
             Sigo.
                     colgado
                                   del aire.
Sigue el vació esperando.
             Pasa
                   el espacio
                                   con furia
mientras el mundo se afana.

Me late firme en las encías
        el frenesí
                    vertical 
                             de los que saltan.

Me voy a llevar tus letras

Me voy a llevar tus letras
donde las fauces del miedo
       no te muerdan el alma.
Desataré ese nudo ciego
que te hiciste con las venas,
para borrar ese contorno de penumbras;
que tanto nos dolía.
Cuando me robe tus minutos taciturnos
                     y los mezcle con los míos,
                       zigzagueantes de aventura;
vas a querer que me lleve también
tu viejo secreto
borracho de sombras.

Llamada perdida

Te llamé.
Porque vi tu llamada.
Porque alguno de los dos
está muy lejos.
Te llamé cuando el viento
lleva voces y rimas;
porque nunca las vemos
pero las llamadas suben al aire,
las señales cruzan el aire
y el aire está lleno de letras.
Tu voz se evapora al cielo
y los satélites la empujan,
se repite en las antenas;
tu voz se repite a si misma
y mi voz encuentra la tuya,
se saludan, se abrazan
siguen su camino
y atraviesan las paredes.
Pisan los mares, y vuelven.
Se besan por todas partes
y nadie las ve, nadie las oye.
No saben que el aire
está borracho de besos,
de miradas pixeladas,
de poemas errantes;
de llamadas perdidas.

Me gusta la escuela si llueve.

Me gusta la escuela si llueve,
           y no se lo dije a nadie.
Me quejo, me hago el dormido
pero en el patio del alma
chapotean los minutos
y cuento las gotas del tiempo
       para correr bajo el alba.
Es de los brazos de otoño,
es su bufanda dorada,
me acaricia la mañana,
me destapa las rodillas,
          me va secando la cara.
Como un soldado de botas,
de guantes, de uniforme,
gorro blindado de lana
     y un paraguas afilado
para luchar bajo el agua.
Tan temprana la alborada,
la calle esta negra...
Es como salir de noche
           y ser grande por un día.
Mientras las luces se empañan,
me deja el viento en la entrada.
Suelto el barro en los cartones
y ese olor a tierra fresca...
  A bandera mojada,
a mochila empapada;
a su pelo enjuagado de espumas,
           y sus ojos que amanecen
por el pálido horizonte
del cuaderno que la abraza
      tal como yo lo haría...
El patio es un mar callado,
  y  nos dejan jugar adentro
y amontonamos los bancos
              y todo es más cerca
y si llueve me gusta la escuela;
y no se lo digo a nadie.
y pego nubes de algodones,
     y corto retazos de tela.
y yo le presto mis colores
y ella sus ojos de lluvia.

Utimátum




Ya es vox pópuli tu modus operandi,
in extremis fue infraganti.
Tu alter ego quiso estatus
con déficit a posteriori,
mas a priori superávit.
Ergo...¿Quo vadis?
¡Alma máter de mi opera prima!
¿Fue un lapsus, o ex profeso?
¿Fue de facto?, ¿fue ad honorem?
¡Va de retro, y haz mea culpa!
Sine cua non, por motu propio;
de bona fide y sin gravamen.
Idem, no habrá hábeas corpus,
no habemus pax en tu vademecum
ni honoris causa ya en tu currículum.
No in situ, ni pos mortem;
cual via crucis tu memorándum.
Carpe diem ahora,
a grosso modo, es mi ultimátum.


Cuando seamos grandes


 Cuando los dos seamos grandes y esté sola, 
  sabrá que la quise una tarde de Mayo.
Mientras tanto mientras,
iré sembrando mi cara de trigo
          en el huerto de sus ojos
para que nunca me olvide
y me piense los domingos
y me sueñe en vacaciones;
aunque hoy nos sentemos tan lejos
                      y yo la quiera tanto,
       tanto que me duele la cabeza;
         y no pueda evitar que un día
                la lastimen, que la reten,
que le dejen plantada en la puerta,
que se vuelva caminando
sola y hermosa su frente.
    Puedo ser una sombra
    cocida en sus trenzas,
    salir al patio y dejar
    que me brille su brillo,
    pero me muerdo la lengua,
    mastico todos mis lápices,
   y rayo todos los bancos.
¡Ya sé! voy a decirle una tarde
          que yo gusto de su letra,
      y de todas sus mayúsculas,
         de sus dientes de semilla,
            de su loción de frutilla,
de su pelo enredado en su pelo,
su nostalgia de recreo;
que gusto de sus zapatillas,
      de la forma en que dice mi nombre,
que quiero que siempre seamos amigos,
que quiero que un día me quiera
y que tengamos diez hijos.

Para que tú no vuelvas

    
                   Volví,
para enmendar las páginas abiertas
de la historia que dejamos boca abajo;
            en los cajones húmedos,
entre los libros muertos;
       para cerrar los lados que quedaron destapados.
      Tantas cosas que las cosas nos quitaron,
Podría hacer un mundo de mares y de estrellas
de todas las maneras que nos fueron robadas,
         hubiéramos sido sin cadenas,
     Nos hubieran bastado dos notas
para abrir las canciones más bellas,
si toda esa fuerza divina
       no se hubiera vertido en afrentas.
                 Pero Volví,
Para firmar las cartas, que se quedaron huérfanas,
para enhebrar el hilo angosto de la vida
entre los ojos transparentes del olvido,
pero un olvido limpio de reproches;
           volví, para sellar las puertas.
     Por derramar el fuego blanco en los panteones,
donde el desprecio se vestía de impotencia,
volví donde nació el hastió,
       volví para enterrar las penas.
     Vamos a engendrar nuevos poemas,
vamos y sembremos golondrinas;
volví para que nada nos destruya.
      Volví, para que tú no vuelvas.

Durmamos


        Durmamos...
Que cunda el sosiego,
seamos del trigo
la espiga callada.
        Nos llueva el silencio
sus granos de seda,
nos mueva las ramas
el viento solano.
        Nos cubra una nube
de sábanas blancas,
destile la noche
su néctar sagrado.
   

Una vez fuiste de noche

No te olvides que una vez fuiste de noche,
Y te silbó en los tímpanos
mi sur;
Fue llevándote el verano
               hasta mi costa
             tibia y gratinada
         bañada de truenos.
Y viste una estrella, detrás de otra estrella
    te llevé a la avenida de las cosas eternas
y me ataste las manos
te presté mis bolsillos
     y plantamos un valle
sobre el huerto del alma.
        Vuelve a mis páginas primeras,
todavía está el amor y está mi playa;
todavía espero.
Una vez fuiste de noche,
no lo olvides de nuevo.

Nos van a abandonar


No siempre van a estar aquí.
Nos van a abandonar.
Romperán su lazo a filo de espada
nos dejarán otra vez sin nada
y correrán sin tregua
por las mismas puertas que una vez
como torres de ajedrez
los vimos llegar.

Se vestirán de viaje,
y nos dejarán de otoño.
Nos toserán en la cara su consuelo;
nos dejarán con los ojos colgados del cielo
y los pies fermentando la tierra.
A nosotros, que tuvimos que tragar la noche
sin ningún reproche
para que nunca se vayan...

¡Queremos que se vayan antes!
antes que nos dejen con el alma afónica
y la voz ensangrentada.
Que se vayan, que no toquen nada,
no querremos que nos digan
que mentir y que callar,
que sentir y cómo hacer para pensar.
Antes que se vayan, los dejaremos ir.

Ya me di cuenta











Ya sé, ya me di cuenta que te duelen mis prisiones.
         Ver mi corazón apretado entre las vértebras;
         el corazón empujando las costillas,
         el corazón cavando un túnel por las venas.
Ya sé, no me lo digas.
Tu garganta se deshace por mi afrenta,
mi canción no tiene coro, tiene estrofas
           se repite de colores, sin poema.
Ya sé, me estoy cayendo,
te daré mi mano terca de penumbras,
dejaré que me tapen tus alas;
    por mi bien y por tu causa.

Implacable


    Se aproxima inminente,
no lo detiene el destino.
Se mueve a sus anchas
sobre el curso inexorable
                de su instancia.
Prolonga su impronta inmediata
hasta mi calma impotente.
Va llenando el vacío indefenso
             que lo antecede.
Las nadas subyugadas
le van cediendo terreno,
dejó muy atrás la lejanía
    para asomarse implacable
hasta los márgenes de aquello
  que alguna vez fuera un límite
y hoy le abre el paso a su sombra.
Va perforando las fronteras
sin detenerse un instante.
           No sé lo que es.
No sé si quiero saberlo.

Incandescente

Diáfana, incandescente.
Blanda y retirada entre sus manos de trigo.
Quiero que se doble en dos el tiempo
como un pañuelo de lluvia
para acercarnos en todas las veces
que nos hicimos falta.
Y quiero que algún verano de luna ardiente,
llene su tinta mi pluma,
rompa su vino mi vaso;
y su abrazo
abrazo de noche sonámbula;
me arrebate como un río
y me entierre en su nube de alondras
diáfana y cercana
miel de incandescencia.

Me gusta cuando ladras


    Me gusta cuando ladras porque estás como alegre,
y me oyes desde lejos y sacudes la cola.
Pareciera que un ojo lo tuvieras manchado
y parece que un hueso te cerrara la boca. 
    Cuando todas las cosas están llenas de calma,
emerges de las sombras hasta la cama mía.
Me destrozas el sueño, te pareces a un karma
y te pareces a la palabra cacofonía. 
     Me gusta cuando ladras, pero estás como artante
y estás como quejándote, y me duele tu aullido
y me gruñes de lejos, y mi pie no te alcanza:
Déjame que te calle con el zapato mío.
    Deja que descanse una vez con tu silencio.
Bájate de la cama, duérmete en el pasillo.
Eres como un coyote, porfiado y testarudo
Tu ladrido es de guerra, tan largo y mezquino.
     Me gustas cuando callas porque muestras los dientes
y te arrojas sobre el patio como haciéndote el muerto.
Una pirueta entonces, una acrobacia bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Tus horas


            Tus horas son las gotas
de una dulce, inquietante herida,
se arrojan de cabeza
          hacia la cima;
de gravedad e incertidumbre
                        desprovistas.
Tus horas son los pájaros
  que entierran en el aire su caricia,
         sin toscas ceremonias,
sin despojos de inclemencia;
       las chispas de esa llama
que lastiman y a la vez
despiertan...
Cabalgo en los corceles
de tu instante,
  donde el viento me empuja la piel
       hasta tocar la luz que te escondía.
Vuelvo a pisar los átomos de tu camino
   para que digas,
     para que calles
y que tus horas se apiaden de las mías.

Desde el destierro

    De tantas nimiedades que me anclaban,
de tanto evadir los arrebatos de impericia;
Altivo anduve sobrio de milagros,
por complacer a la insaciable burguesía.
    De tanto perdonar al dogmatismo,
de tanto apaciguar el desenfreno;
me fui enterrando vivo en los temores
del soso lodazal de la apariencia. 

    Salí a vender mis horas de inocencia
a cambio de amnistías pasajeras,
de amargas deserciones paulatinas
y amarga procesión sobre la tierra.
     Cargando el corazón que en otras noches
sacaba a presumirle a las estrellas.
El mismo corazón que entre las sombras
se vuelve a despertar empoderado.

   Por ver como se abrogan mis prisiones,
invocaré la mano abierta del Altísimo
Me abrazaré a las llamas de su gloria;
Me arrancaré las pieles del hastío. 
   Amarraré los miedos junto al río
para cruzar a pie los siete mares,
me rendiré a la sujeción de lo imposible
y volveré a encender la luz de la esperanza.

La espera


No deja de llover nostalgias
                sobre la avenida.
En mi balcón las madreselvas huelen
                a melancolía.
Adentro el corazón se empaña,
afuera la humedad lastima;
                el gato en el sofá
                me mira sin piedad
y el piano en un rincón
                que espera...
                Espera igual que yo,
                sentado en un sillón
que el viento gris se lleve esta ansiedad. 
No deja de caer tu otoño
                sobre mi vereda.
Por mi ventana pasa un frío triste
                borrando huellas.
Afuera un nubarrón se desvanece,
adentro tus recuerdos se sublevan;
                se enfría en mi mantel
                tu taza de café
disipa en su vapor
                la espera...
                igual que espero yo
                tu lenta compasión
que está llegando tarde como ayer.

Tarde naranja

Ese instante no vuelve,
y está bien que así sea.
  Esa tarde naranja,
esa calle escondida;
          el café en la peatonal
sobre las mesas de mimbre,
las baldosas empapadas
    por la lluvia peregrina.
Un pedazo de sol
desparramado en el piso
        y un pintor callejero
   que vendía lugares,
tus sandalias rimando
con la luz de la plaza
     y una nube en el cielo
con la forma de un ángel.
La nostalgia en tus ojos
 como un niño dormido,
 un reproche envainado,
  que esperaba su turno;
       mi silencio impaciente,
        la humedad en el aire,
             y una lagrima tibia
        resbalando sin rumbo.

Debería estar prohibido

Debería estar prohibido
       que lo dejen a uno
con el alma torcida
detonando por dentro,
con un par de curiosos
  degustando la escena
algún viernes de agosto
por las calles del centro.

Pronombre

Te fuiste una vez
                sin decirme tu nombre
pero yo te di el mío
                y ahora soy solo un hombre.
Algún peatón en la calle
                otro coche en la avenida.
aquel fulano que pasa
                o ese rostro que se olvida.

En las filas del tren
                soy cualquier pasajero
soy el curioso en un choque.
                Soy el señor del sombrero.
Soy el público que aplaude
                un invitado en la fiesta.
Soy un hispano parlante,
                el que no suma ni resta.

       Yo seré solo uno.
                Otro alguno.
       Seré un civil
‎                vestido de civil.
       Seré un buen contribuyente,
                   de alguna radio un oyente,
      seré el vecino del frente
              y otro fiel televidente.
‎ ‎
Y tu andarás por ahí
                con tu mentada inocencia
despilfarrando mi nombre
              con tu opaca transparencia.
Si no recuerdas el mio
                al menos dame tu nombre
que ya no puedo llamarme
              ¡Que sólo soy un pronombre!


Vuelven los sueños

     
   Hoy se agolpan en los atrios de mi esencia
los mismos sueños que se fueron como extraños,
se aglomeran saturados de impaciencia
a merced de la inclemencia de mis años.

    Hoy acampan inminetes a mi vera,
son la intrepida legión de lo invisible;
les complace recostarse en la frontera
que separa lo real de lo imposible.

    Son los hijos de mis noches de oscitancia,
de mi crédula e insipiente libertad,
de las ciencias infalibles de la infancia;
de mi errática noción de adversidad.

Comedido

Ya sé lo que es probar la desazón,
la fría y displicente puñalada,
libar el sorbo amargo del hastío
de aquel que se decía camarada.
Sumido en el ocaso de un convite,
en aras de ser fino y consecuente:
grité ¡vivan los novios! con encanto
y solo hallé el silencio de la gente.

Hundirme en el mantel de la vergüenza
por fiarme del auxilio de un colega,
por ser condescendiente con la escena;
confiado en un respaldo que no llega.
Por dar esa ovación que nunca tuve,
o acaso en el afán de dar la nota,
de pié solté un aplauso prematuro
y sólo me quedé como un idiota.

Pocos se dejan amar


Angustia y soledad
        no son eternas,
vivir es una herida abierta
que va cerrando...
         pocos lo saben.
Pocos se dejan amar.
Pocos reciben el perdón
de pie y con los brazos abiertos
                              como una cruz.

Escarnio

    
                Sé que duele...
Masticar el trago ciego del hastío,
la procesión de ingratos que te miran;
el carnaval de burlas silenciosas.
                Sí que duele,
la gente cuando es masa ya no piensa,
olvidan que el escarnio siempre vuelve
y dejan al amor desamparado.


Respirar


                          ...Respirar.
Atiborrar mis pulmones,
 sentir el aire cruzando
como un tren descarrilado
por el túnel de mis bronquios.
                           ...Inhalar.
Traer la tímida atmósfera, 
degustar cada molécula
que se funde con mis células
sobre el mar de mis alvéolos. 
                            ...Exhalar.
Desenhebrando los labios
lanzar el dióxido al viento
devolverle al universo
Lo que tomé de prestado.
                            ...Suspirar.
Pensar que fue el mismo oxígeno
que atravesó tu garganta
y acarició tus entrañas
para volver a mi boca.

Atreverse



     Cruzar toda la calle en un pie,
caminar al revés por las vías,
acostarse después de las tres,
levantar una braza encendida.
     Arrojar una piedra al vacío,
escupir desde el borde de un puente,
escalar un armario prohibido,
destapar una Sprite con los dientes.    
     Sumergirse, contar hasta cien
y nadar con los ojos abiertos,
una huella dejar con los pies
poco antes que seque el cemento.
     A los párpados darles la vuelta
y una vela apagar con los dedos,
o pasear por ahí en bicicleta
extendiendo los brazos al viento.    
 Y parar
el ventilador con un dedo,
    y mojarle
la oreja a un gigante
    o pintarle
bigotes a un prócer
    y sacarle
la lengua a un magnate.
Y tragarse un chicle,
para hacerse el loco
y el shampoo enjuagarse
sin cerrar los ojos.
Y jugar con fuego,
y mirar al sol
quemando el temor
de quedarse ciego.



Yo le temía a esa estrella

Yo le temía a esa estrella
y a su espantoso destello,
su belleza inconcebible,
           su horrible lejanía...
Saberla, era invadir los puertos
de mí ya frágil cordura
con las naves postergadas
              de su luz inoportuna.

Aprendí a vivir sin noches
para encontrarme de día
yo que estiraba los brazos
         para abrazarme a ese cielo,
ese cielo que siempre me amaba
me buscaba en los balcones,
en la playa, en el desierto,
en los huecos que dejan las ramas,
de los olmos batiéndose al viento.

Y una vez que ese viento indomable
disipó de la faz toda nube
Recordé la maldad de esa estrella
   Que brotó sobre un mar de vapores.
Me cegó su fulgor implacable,
y a mi cielo dejé abandonado;
para siempre la noche
para siempre postrado
           sobre el negro horizonte.

Esa noche


      Esa noche tuve el cielo
para mirarlo de cerca,
para unir constelaciones
con la punta de mis yemas.
       Se dilataba el espacio
derramado en mis retinas;
palpitaban las estrellas
como letras encendidas. 
     Esa noche tuve su alma,
pude medirla y saberla,
contemplé el amanecer
sobre el mar de sus ideas,
   me perdí entre los pasillos
  de sus bífidas pasiones;
me asomé al pozo inaudito
donde enterró sus temores. 
     Esa noche fui celeste,
fui dorado y verde absenta,
tuve todo el universo
naufragando entre mis venas.
   Por mitigar mi desdén
y sosegar la impaciencia;
resbalé en los laberintos
de la sorda indiferencia.

Desátame.

           
              Desátame.
Deja que me libre de tus sombras,
que trepe desde el fondo de tu noche,
y alcance los umbrales de tu boca;
              para que digas vida,
              para que digas gracia,
que te palpite un corazón de carne y no de piedra. 
               Libérame.
Déjame que brote como un río,
que brille desde el centro de tu ausencia,
y llene el vaso triste de tu olvido;
               para que vueles joven,
               y multipliques fuerzas,
que se desmayen las murallas que te ciegan. 
               Enciéndeme.
Deja que consuma tus miserias.
¿No ves que estoy dispuesto a la verdad?,
¿que soy el rehén invicto de tu alma?
               Aunque nací cautivo
               puedo tomar tus riendas;
¿no ves que soy la huella del que te ama?

El hombre que silbó primero

Yo fui el primero en silbar
cuando ninguno silbaba,
Aunque nadie imaginara
que había flautas en la boca,
o que entre el labio y su sombra
pueda nacer el sonido;
yo me paraba en los montes
y soplaba melodías.
Se agolpaban las calandrias
para agitar mi solfeo,
pero el mundo me juzgaba
por "mancillar su dialecto",
que a la lengua me remita
o que toque un instrumento
y que deje mis anhelos
para las aves de turno.
Me exiliaron de sus muros
en la silente llanura
y aprendí a tragar miserias
y a masticar el silencio;
me hice amigo del destierro
y embotellé mis querencias.
¡Pero silbé con más fuerzas
hasta callar al olvido!
Y me escucharon los libres
los bohemios, los poetas,
y se filtró mi silbido
entre la ingrata nobleza.
Ahora que silban las masas
creo que aún no lo entienden;
el gran secreto es soplar
desde los centros del alma.

Amén

         Secreta palabra que azota el silencio,
se oculta en el templo callado del hombre.
Encubre sus dones del bárbaro hastío
     y espera enterrada que un labio la toque;
que el mundo agitado recuerde su nombre.

Palabra escondida, de impronta indeleble,
         que todos repiten y pocos conocen.
Quien busque la vida sabrá pronunciarla
   verá que hay tesoros mas anchos que el orbe,
que todo es posible entre el caos y el orden.

Brisa de madrugada

Brisa de madrugada,
tersa mano que empuja mis alas,
frescura ardiente;
nace desde el seno de la noche
para abrirse prístina en el alba.

Brisa creciente,
que dilata la ilusión de la mañana,
cobijo de los sueños marchitados,
muere entre las sabanas del día
y vuelve a renacer con cada aurora.

Brisa de madrugada,
que vengan todos sus átomos,
que se inflame su estancia,
que se funda con el vuelo
de mi tímida alborada.

El que nunca pensó




Nunca pensé
que sería tan franco.
Para ser franco
yo nunca pensé.

No sé cómo usar la cabeza,
no comprendo la "belleza"
de concebir una idea
por diminuta que sea.
Nunca albergué un pensamiento
o un solitario argumento.
No se extraer un concepto
lo que me digan acepto
pero tengo una destreza,
una virtuosa rareza;
y en esto quiero ser franco
¡Se poner la mente en blanco!
pero no soy presumido,
no seré un "gran entendido"
pero digo lo que pienso
y con esto lo compenso
pues no pienso lo que digo.
Por eso no me desdigo
no se pensar ni lo intento;
suelto palabras al viento
(sin sentido, sin sustancia
con devoción y constancia)
por si es que algún comedido
guarde el anhelo escondido
de sumergir su arrogancia
en el mar de mi ignorancia.

Nunca pensé
que sería tan franco.
Para ser franco
yo nunca pensé.

Ellos


    Ellos, que hablaban de piedad
y con hechos negaban su eficacia;
ellos, con qué atención deleitaban
a los magnates de turno,
se sentaban adelante en los banquetes
a degustar el halago empalagoso,
cosechaban de la siembra de los parias
y endulzaban los oídos de los nobles;
para asirse de sus dones pasajeros
y embriagarse con el ron de los aplausos. 
   Ellos, fervientes religiosos,
       con guantes blancos saqueaban
al que después señalaran
para evadir el desprecio.
   Como lápidas de mármol
deslumbraban por cubrir sus purulencias
acusando como siempre a los de afuera.
   Cuando la luz se encendía
en su estirpe se enterraban
como un ciego invertebrado.
    Hoy, que caen como un rayo,
quebrantados por la mano
       del que jamás invocaron,
son platillo de la gente
que les fuera consecuente
  cuando brillaban ufanos;
hoy ya ni el rencor les complace,
   su semilla se hizo un árbol;
bajo el que cuentan los años
        mientras buscan un culpable.

Indigestión

  Algo en mis entrañas se retuerce
como un volcán que ardiente se arrebata,
algo que se inflama entre mis vísceras
y el grito de mis órganos delata.
Algo que me exprime desde el fondo,
que irrita de mi vientre los tejidos,
algo que probé y no fue probado;
algo que el olvido ha corrompido.

Despojarse

Despojarse del negro ostracismo
para armarse de nuevas proezas,
           apagar el silencio profano,
reciclando los vientos adversos.
     Revocar las murallas heridas
con el himno que sopla en la noche,
      noche blanca de freznos rosados,
de sueños abiertos y calles despiertas.
Para andar con el alma pintada
   y brillar como brilla un lucero,
      y llegar a tu templo intocable,
susurrándote un grito de guerra.



Por no decir otra Cosa

Una cosa no es lo mismo que la otra,
y una cosa no quita la otra.
Una cosa es una cosa
y otra cosa es otra cosa.
Por una u otra cosa
y por no decir otra cosa.
Nada tiene que ver una cosa con otra,
es más bien una cosa que lleva a la otra.

Los intersticios


Se guarecen las ideas peregrinas
en los hondos laberintos de las mentes,
van tejiendo entre los túneles del alma
fortalezas de argumentos recurrentes. 
Solamente el Santo Espíritu podría
discernir de la razón los intersticios;
para dar con la raíz de las pasiones
y alumbrar del corazón los orificios.



Siempre estás llegando


             Siempre estás llegando,
tus olas nunca rompen en la orilla
de la madre de todos mis anhelos.
Vienes como caminante submarino
               como estirando el camino,
como si fueran mi herencia
   las finas hebras del tiempo
          la arena gris del reloj
que se deshoja a intervalos
como una margarita.
  Es que como una flor
      que nació por error
en el suelo de mármol
             de algún torpe palacio,
             así esperaba tu lluvia;
así buscaba tu mano mojada
               para apagar mi vacío
            y deshacer tanto hastío
Sabía que tu humanidad vendría
desterrando la angustia,
descifrando la vida, pero no tan lento...
             Porque siempre estás llegando.
Sabía que eras río sin salida,
     sin la urgencia de la vida.
     Sabía muchas cosas
          que creía que sabía,
ya solo sé que estás cerca;
                   siempre cerca
         pero no estás dentro.

Es la vida

   Es la vida vestida de gala,
 es el norte pintado de azul,
la mañana batiendo sus alas,
  el verano viajando hacia el sur;
es el cielo mostrando sus garras,
es la tierra cubierta de tul,
el otoño sentado en la playa,
   Es la noche bañada de luz.

Mi felicidad es tan pequeña

Mi felicidad es tan pequeña
  que cabe en cualquier bolsillo,
            puedo traerla conmigo,
      puedo llevarla de viaje;
entra en cualquier equipaje,
    es liviana como el viento,
y se esconde entre mis letras;
aunque a veces no la siento
    y en las fotos no aparezca,
  se que evade los espejos,
  que le teme a los reflejos;
  ¡No le gustan las fronteras!



¿Qué fue lo que nos pasó?



¿Qué fue lo que nos pasó?
            si eramos tan grises...
¡Cuántas veces como insanos
nos enjuagamos las manos
        en los ríos del hastío! 
¿Qué fue de nuestro dolor?
    Y todo lo que destruimos...
Atrás quedaron los años,
se evaporaron los daños
    que nos dejara el exilio. 
¿Qué fue lo que nos pasó?
  El temor se fue apagando,
se desplomó nuestra ausencia,
brilla el rencor por su ausencia;
         y nos persigue el destino.

Tu blanca humanidad

  Tu blanca humanidad
despierta al crepúsculo,
  sosiega al ocaso,
 sacude a la tibieza,
 levanta al agobiado.
La piel de tu ser
tu piel es de vidrio,
      se puede ver tu centro
desde el borde del oriente.

Mi futuro me persigue


       Mi futuro me persigue.
   Me busca y siempre me encuentra.
Vuelve en la noche de mi alma
Cuando el camino se estrecha
       Sigo atado al porvenir,
Por más que busque una tregua
no me deja desistir
Y ante el rencor se subleva
       No me permite añorar
las ventajas del pasado,
    ni jugar a la nostalgia
    o enredarme en algún tango,
             mi futuro me persigue;
       regresa tarde o temprano.

No es difícil llegar hasta tu alma

   No es difícil llegar hasta tu alma,
     si se tiene el tesón de un felino,
las agallas de un héroe aguerrido
y la cruel lucidez de una espada;
      si se puede enterrar una lanza
en el ojo de un Cíclope airado
o montar sobre el noble Pegaso
 evadiendo una lluvia de flechas,
no es difícil que un día me quieras;
           no es difícil morir a tu lado.

El lóco del acénto

   Soy el lóco del acénto
en su sociégo hay ótros
que le píntan bigóte a los retrátos;
    yó, le póngo acénto a cási tódo.
No me impórta si es inútil,
   si está implícito en la léngua,
    que si es prosódico o tácito;
ponérlo náda me cuésta.
    Le hágo un favór a las létras
    y a los ójos del que lée;
con un púnto en la molléra
  de las sílabas más fuértes.
    Yo tódo lo hágo más fácil
tódo se vuélvo más nóble,
soy el lóco del acénto;
       hay cósas múcho peóres...