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No la despertemos

No la despertemos.
Dejémosla que duerma.
Si tenemos que llegar tarde
por ver como sueña
por esa mueca tardía,
por un suspiro más
que siga...

Que atrape el último ensueño
con los párpados hambrientos
de colores, de paisajes innecesarios
pero a su medida.
Se deja abrazar por su almohada
que alguna vez fue nuestra
y arroja un gemido de estrellas.

Parece sumirse hasta el fondo de algo
pero está a la deriva.
No quiere soltar ese sueño indomable
Pero lo suelta.
Se destapa con los pies rebeldes
y el mar de la aurora hace rato
que la dejó en nuestra orilla.

Allí enredada en su pelo de espuma
Ya sabe que la estamos viendo
Y nos mira
Y nos lee
Y nos toca
y vamos
que se hace tarde.

Los causantes

Cerciorémonos con antelación
de las presuntas implicancias
que perpetrar lo nuestro acarrearía.
Vislumbremos si hay un ápice de acierto
en el audaz desacierto
de instigar los mismos actos
que parecían urgentes
y hoy nos delatan.

Empeñado en deshacer indicios
fui proclive a merodear a ciegas
en las afueras de la noche,
a los fines de alterar la escena
y postergar la condena;
mas denodadamente coincidimos
en las viejas formas
de fraguar la tregua.

Nosotros, los causantes,
que cubrimos de dudas las certezas
y arremetimos sin contemplaciones
contra el objeto de nuestras displicencias;
recurrimos a incautar de ausencias
los rezagos de impericia
y en la fuga de sembrar coartadas
dejamos huellas.

Percatémonos del mal que nos aceche
o el favor que nuestro vínculo propicie,
procedamos de manera preventiva
y si acaso al concebir el hecho
advertimos que hay provecho;
pues si hay tanto que ganar, no desistamos
y si hay algo que perder
lo resignemos.

Cuando el alma se atragante


Cuando el alma se atragante
       ¿qué le darás de beber?
      De más está suponer
que se tragó un caramelo.
¿Le pedirás que se aguante
   cuando se ponga a toser?
     ¿La llevarás a comer
cuando no tenga consuelo?
No tomes nunca del suelo
lo que no quieras perder
tarde o temprano el dolor
se llevará lo que es suyo;
      mejor recoge lo tuyo
para que nadie tropiece,
cuando la noche florece
       se pone raro el camino.
Porque el alma se atraganta
cuando no encuentra destino,
viene la duda que espanta
con ese amargo sabor
que a veces tiene el color
       de una cizaña que crece.
Que no te vuelvas mezquino
cuando te apriete el rencor
   que no se enfríe el calor
mira que pronto amanece.

¿Sabe la rosa?

¿Sabe la rosa que es rosa?
    ¿Sabe su nombre el rosal?
¿Sabe que no es otra cosa?
    ¿Sabe que tiene un final?

Quién comenzó este silencio

Quién comenzó este silencio, no lo sé.
Me lo pregunto en voz baja.
Yo no puedo decir que fue el olvido
o esa canción sedosa
que sin notas, sin escalas,
se nos fue entrando en el alma
hasta prenderse fuego.
Cómo empezó este silencio
no lo sé, ya solo importa
que lo dejamos suelto.
Lo fuimos creciendo entre todos,
le dimos de comer murmullos
lo vestimos de muecas;
le enseñamos a callar en todos los idiomas,
a morderse la lengua y a torcer los labios
y a trabar los dientes con el pecho afuera.
le dimos las llaves,
le pusimos nombre,
hasta que una noche
nos fuimos a dormir de ausencias.
No sé quién empezó este silencio.
Yo no puedo decir que fue el olvido;
pero quisiera.

Durmamos


        Durmamos...
Que cunda el sosiego,
seamos del trigo
la espiga callada.
        Nos llueva el silencio
sus granos de seda,
nos mueva las ramas
el viento solano.
        Nos cubra una nube
de sábanas blancas,
destile la noche
su néctar sagrado.
   

El otro lado de la luna


       Allá, en el otro lado de la luna,
del lado que los lobos nunca vieron,
yo sé que hay algo más que un mar absurdo
o un valle gris de cráteres desiertos.
Allí, en el lado ignoto de la luna
yo sé que hay mucho más que roca infértil,
         hay más que una bandera de colores;
las huellas de una guerra fría y débil…

         Habrá en el lado nuevo de la luna,
las cosas que los sabios no entendieron,
habrá una noche virgen de penumbras;
aquel otro universo que no vemos.
     Los sueños que borró la madrugada,
aquella otra mitad de nuestros versos;
la faz que los poetas nunca nombran,
  la espalda de una dama en el espejo.




Contraste


Un blanco infinito que excede a la vista,
profundo intangible, cabal e inminente;
rodea cual nube la nada y el todo.
Pureza indecible, eterna y sublime.

Subyace en su centro un sutil punto negro,
incierto y sencillo, efímero y simple;
sensible al sentido, vulgar e imperfecto.
Solo y vulnerable, inmerso en la gloria.

Abstracto

     Una sombra blanca se funde en el lienzo
y otra mancha gris se deshace en su fondo,
dos ráfagas de oleo lastiman el centro,
     tiñendo sus pieles de rojo escarlata;
     parecen las huellas que deja una lanza,
sus gotas derrama en ingrávido sello.
     Un punto en el margen me arrastra los ojos,
al ángulo interno del borde derecho,
letal se retuerce en su negro contorno,
     de arriba hacia abajo su impronta delata;
     esconde una línea torcida y opaca,
que nace en la nada y explota en el todo.
     Un trazo dorado empastado de sombras,
abraza la escena de un borde hasta el otro,
perfora su cruel bocanada de formas
     al musculo inerte de aquel punto negro;
     la historia contada por los que perdieron,
un beso exiliado buscando una boca.

Reloj de arena

     Vi su reloj de arena,
prisionero en la vitrina;
entre dos enciclopedias
 y un suvenir de la India,
    alguien debió ir a la costa
de alguna isla soleada
y secuestrar esa arena
 que se bronceaba en la playa.
   Despojada de su encanto,
y de sus libres anhelos
dejó de besar el mar
y acariciar sus cabellos.
   Dejó de ser blanda huella,
 dejó de ser horizonte,
ya nunca vio la galaxia
desnuda sobre la noche.             
   Alguna vez fue infinita
como los astros del cielo,
hoy es un lapso fugaz
encapsulado en el tiempo
    Por no saber defenderse,
en un frasco la embutieron
y zarparon en un barco
para venderla en un puerto.
   ¡Hay! Pensé, que desgracia,
triste adorno en la repisa,
pero volví a sonreír
cuando pensé en la justicia;
porque en aquel mueble ingrato
  ornamentado de afrentas
hallé ese barco tirano,
cautivo en una botella...

Cada linea un poema


Sobre aquel plano inclinado
       limitado por tres rectas,
se apoya una diagonal
de puntos que se interceptan,
    formando un ángulo agudo
su vértice se despliega. 
     Entre las dos directrices
perpendiculares y opuestas,
un arco audaz se guarece
de tres ejes que lo acechan;
su diámetro adyacente
con la tangente se cierra;
donde nacen cual suspiro
cinco líneas paralelas,
sus puntos de origen son
equidistantes de aquellas
que en vista frontal parecen
       una arista larga, eterna. 
Cuando dos planos se cruzan
como almas yuxtapuestas,
cuando coinciden sus lados
y sus ángulos se besan;
cada segmento es un verso,
      cada línea es un poema.