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Ellos


    Ellos, que hablaban de piedad
y con hechos negaban su eficacia;
ellos, con qué atención deleitaban
a los magnates de turno,
se sentaban adelante en los banquetes
a degustar el halago empalagoso,
cosechaban de la siembra de los parias
y endulzaban los oídos de los nobles;
para asirse de sus dones pasajeros
y embriagarse con el ron de los aplausos. 
   Ellos, fervientes religiosos,
       con guantes blancos saqueaban
al que después señalaran
para evadir el desprecio.
   Como lápidas de mármol
deslumbraban por cubrir sus purulencias
acusando como siempre a los de afuera.
   Cuando la luz se encendía
en su estirpe se enterraban
como un ciego invertebrado.
    Hoy, que caen como un rayo,
quebrantados por la mano
       del que jamás invocaron,
son platillo de la gente
que les fuera consecuente
  cuando brillaban ufanos;
hoy ya ni el rencor les complace,
   su semilla se hizo un árbol;
bajo el que cuentan los años
        mientras buscan un culpable.