El hombre que silbó primero

Yo fui el primero en silbar
cuando ninguno silbaba,
Aunque nadie imaginara
que había flautas en la boca,
o que entre el labio y su sombra
pueda nacer el sonido;
yo me paraba en los montes
y soplaba melodías.
Se agolpaban las calandrias
para agitar mi solfeo,
pero el mundo me juzgaba
por "mancillar su dialecto",
que a la lengua me remita
o que toque un instrumento
y que deje mis anhelos
para las aves de turno.
Me exiliaron de sus muros
en la silente llanura
y aprendí a tragar miserias
y a masticar el silencio;
me hice amigo del destierro
y embotellé mis querencias.
¡Pero silbé con más fuerzas
hasta callar al olvido!
Y me escucharon los libres
los bohemios, los poetas,
y se filtró mi silbido
entre la ingrata nobleza.
Ahora que silban las masas
creo que aún no lo entienden;
el gran secreto es soplar
desde los centros del alma.