Tus horas son las gotas
de una dulce, inquietante herida,
se arrojan de cabeza
hacia la cima;
de gravedad e incertidumbre
desprovistas.
Tus horas son los pájaros
que entierran en el aire su caricia,
sin toscas ceremonias,
sin despojos de inclemencia;
las chispas de esa llama
que lastiman y a la vez
despiertan...
Cabalgo en los corceles
de tu instante,
donde el viento me empuja la piel
hasta tocar la luz que te escondía.
Vuelvo a pisar los átomos de tu camino
para que digas,
para que calles
y que tus horas se apiaden de las mías.
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