Sí, la noche.
Pretendía mi beso celeste.
Esperaba que el pueblo se duerma,
escondida detrás de las nubes;
como el mar, recostada en el cielo,
vestida de estelas,
cubierta de luces.
Me dejaba mirar en sus ojos
infinitos, gigantescos;
y yo quería contarlos
y yo quería ser bueno.
Es que la noche me amaba
porque entonces mi voz la cubría;
porque yo contemplaba en sus cosas
lo que otros jamás entendían.
La dejaba cruzar mi ventana
y dormir en mi cama;
Y a veces
le tocaba su piel arrojada
sobre un charco de espumas.
Y por eso la noche me amaba.
Sí, la noche era mía.
Ya no soy ese niño con alas
pero ella tal vez es la misma.
A veces escucho que llora
y sé que me nombra
y sé que me mira;
ya no puedo buscarla, lo sé…
ya sé, ¡nunca más será mía!
Es que entonces, mis ojos ingenuos
repetían la luz de la luna
y yo no era este hombre ocupado;
la ciudad me nubló de preguntas.
sobre un charco de espumas.
Y por eso la noche me amaba.
Sí, la noche era mía.
Ya no soy ese niño con alas
pero ella tal vez es la misma.
A veces escucho que llora
y sé que me nombra
y sé que me mira;
ya no puedo buscarla, lo sé…
ya sé, ¡nunca más será mía!
Es que entonces, mis ojos ingenuos
repetían la luz de la luna
y yo no era este hombre ocupado;
la ciudad me nubló de preguntas.