Primos hermanos


Salir a atrapar las noches de inocencia
con las manos abiertas como árboles,
Era respirar el cielo ardiente del verano
era el vapor de los naranjos en la sangre.
Era un juego emancipado de dilemas,
una estación fecunda de promesas,
era un tren cargado de provincias,
de pueblos sin nombre, de primos hermanos.

Era cabalgar sin riendas
sobre un hilo de ocurrencias repentinas,
un canto azucarado de vigilias,
una llanura infinita de proezas.
Sabíamos tan poco, que todo nos brillaba.
Teníamos un canto atropellado de estrellas,
una sociedad de encuentros postergados,
un compendio de secretos compartidos.

Una tarde nos fuimos abriendo,
nos dejamos rodar las miradas
para decir hasta pronto, para decir algún día...
Es que luego ese viento mezquino 
nos sembró por todas partes,
nos pobló de silencios, de sentidos comunes.
Los vagones siguieron pasando,
Pero ya no estábamos, ya no volvimos.

De vez en cuando, mientras todos duermen
me deslizo hasta el umbral de la alborada
voy al patio abovedado de galaxias,
y corro a perseguir aquel verano;
y sé que ellos también se despiertan
y buscan el mismo racimo entre las ramas,
me vuelve a palpitar la piel en llamas
y sé que no estamos tan lejos.