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Tarde naranja

Ese instante no vuelve,
y está bien que así sea.
  Esa tarde naranja,
esa calle escondida;
          el café en la peatonal
sobre las mesas de mimbre,
las baldosas empapadas
    por la lluvia peregrina.
Un pedazo de sol
desparramado en el piso
        y un pintor callejero
   que vendía lugares,
tus sandalias rimando
con la luz de la plaza
     y una nube en el cielo
con la forma de un ángel.
La nostalgia en tus ojos
 como un niño dormido,
 un reproche envainado,
  que esperaba su turno;
       mi silencio impaciente,
        la humedad en el aire,
             y una lagrima tibia
        resbalando sin rumbo.