Esa vida nuestra
fue la mejor que tuvimos.
Fuimos dos
y a veces miles.
Fuimos una historia
delgada y sincera,
con muchos comienzos
y un sólo final.
Nacimos tantas veces
que ya no recuerdo
si fueron dos días,
si fueron cien años;
si fuimos naciones,
si fuimos ciudades.
Tuvimos las llaves.
Tuvimos las puertas.
Éramos también
y éramos tampoco.
Qué bueno que entonces
sembramos las horas.
Qué bueno que nunca
nos abandonamos.