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Y yo no lo sabía

Se marchitaba en tus párpados
la rosa gris de los que duelen,
  entre las cuencas gastadas
de tus ojos de arena.
Se te estaba cayendo el invierno
    entre los dedos del alma,
   tenías la sonrisa nacarada
de los que abdican su anestesia
     en el olvido.
Yo una vez te pensé invulnerable
yo, de la mezquina incertidumbre,
tú, de las llanuras vaciadas
        del nunca, del jamás,
        de los tampoco.
Te quise dar un nombre
        que no era el tuyo,
derramé en tus oídos cansados
   un número incomprensible;
no vi que tu pecho de cera,
no vi que tu frente de tiza
se quebrantaba de noche
         y se apagaba de día;
es que te estabas muriendo,
          para nacer de nuevo
          y yo no lo sabía.