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Comedido

Ya sé lo que es probar la desazón,
la fría y displicente puñalada,
libar el sorbo amargo del hastío
de aquel que se decía camarada.
Sumido en el ocaso de un convite,
en aras de ser fino y consecuente:
grité ¡vivan los novios! con encanto
y solo hallé el silencio de la gente.

Hundirme en el mantel de la vergüenza
por fiarme del auxilio de un colega,
por ser condescendiente con la escena;
confiado en un respaldo que no llega.
Por dar esa ovación que nunca tuve,
o acaso en el afán de dar la nota,
de pié solté un aplauso prematuro
y sólo me quedé como un idiota.