Desátame.
Deja que me libre de tus sombras,
que trepe desde el fondo de tu noche,
y alcance los umbrales de tu boca;
para que digas vida,
para que digas gracia,
que te palpite un corazón de carne y no de piedra.
Libérame.
Déjame que brote como un río,
que brille desde el centro de tu ausencia,
y llene el vaso triste de tu olvido;
para que vueles joven,
y multipliques fuerzas,
que se desmayen las murallas que te ciegan.
Enciéndeme.
Deja que consuma tus miserias.
¿No ves que estoy dispuesto a la verdad?,
¿que soy el rehén invicto de tu alma?
Aunque nací cautivo
puedo tomar tus riendas;
¿no ves que soy la huella del que te ama?