Claudio de Alas


Y la Muerte, así dijo:

En la cumbre más alta del fantástico monte,
destacóse la Muerte y miró el horizonte. . .
Su siniestra silueta en la tarde resalta,
como trágico engendro de la cumbre más alta
del fantástico Monte.

Nada turba el espanto de sus cuencas obscuras:
de sus huesos desnudos el crujido se escucha,
y prendida a las rocas, desoladas y duras,
mira el choque tremendo de los hombres en lucha.

De la escueta montaña en el agrio escondrijo,
aparenta la imagen de un feroz crucifijo
que el terror de la tarde con sus cuencas admira. . .
Pone oído al combate. . .
y entretanto que el viento a sus plantas se abate,
se estremece y suspira,

Y la Muerte, así dijo:
"Hace tiempo esperaba estos días triunfales
del festín de la Sangre !
Se asesinan los hombres como fieros chacales
poseídos del hambre...
Nada calma su ira"

Y la Muerte, en la tarde, se estremece y suspira

Mientras tanto la lucha, en el llano se advierto.
El crepúsculo avanza y prosigue la Muerte:
"Cuan feroces los Hombres! su pisada yo asedio,
y al mirar cómo ruedan, les prodigo el remedio
de mi lívido Beso, acendrado de amor...

Cuan feroces los Hombres!
en la guerra alevosa que a los pueblos destroza,
el cansancio me aplasta...
Mi guadaña mellada no resiste una brega
tan terrible v tan vasta!"
Se contraen sus manos y parece que ruega
Y, exclama en el silencio: "ya me siento cansada. . .!"

Y la Muerte, en las rocas, macilenta y colgada,
solloza un desaliento. . .
A lo lejos rechocan, con furor, las espadas:
y cual eco espantable de la inmensa jornada,
en el Monte blasfeman con angustia los vientos. .



LOS AHORCADOS

Muge el viento, muge y trota enfurecido
a través de las tortuosas soledades del camino
abatiendo los salvajes matorrales
y azotando las escarpas de los negros peñascales.

Es de noche, por los cielos tenebrosos y profundos,
se dispersan los cloróticos reflejos de la luna,
vagos, yermos, tristes, fríos, moribundos,
semejantes a espectros melancólicos y blancos,
que filtrando entre las sombras sus cerúleas proyecciones,
nos engendran en el alma espantosas soñaciones.

En el fondo solitario de una vuelta del camino
se destacan los escuetos paredones de un barranco
dentellado de peñascos en sus flancos.
En sus bordes verticales y sombríos,
como harapos por el viento sacudidos,
como tronco dando vuelta lentamente,
como Judas, como Cristo de cadenas suspendidos,
como espías tenebrosos vigilando eternamente,
como Heraldos de las Leyes de patíbulos colgados:
¡en la cima del barranco cabecean los ahorcados!

Y rechinan las cadenas del que se hallan suspendidos,
cual clamores de venganza, cual nerviosos alaridos,
y a la lívida vislumbre de la luna moribunda
se columpian sus entrañas destilando podredumbre.
Las piltrafas de sus cuajos, bambolean como cárdenos andrajos;
y del fondo de sus cuencas, semioscuras y sangrientas,
y en medio de las verdes crispaciones de sus manos,
se escurren lentos chorros de gusanos temblorosos y pendientes.

Los pedazos de sus lenguas se les ven entre los dientes.

Muge el viento con bramidos pavorosos,
y rechinan las cadenas como voces lastimeras. . .
y se agitan los sudarios andrajosos,
como brazos que espantaran a las aves carniceras

Por los cielos, impasibles y profundos,
se dispersan los cloróticos reflejos de la luna,
yermos, vagos, tristes, fríos, moribundos.
A su brillo tenue y blanco,
se proyectan los escuetos paredones de un barranco:
y en sus bordes formidables y sombríos,
como Heraldos de la Noche de patíbulos colgados,
como frutos maduros,
cabecean espantosos los ahorcados ..



IN TENEBRIS VERUM EST

Oh ! qué puerco es el hombre
cuando sufre de angustia. . .
Pierde el tacto sagrado de su espíritu y nombre
y lo que era sonrisa, es cariátide mustia.

Oh ! qué puercos que somos,
cuando llega la angustia
de sentir la tristeza de vivir entre hombres,
que podridos de culpas, enaltecen sus nombres..

El amigo que un día dijo frase sincera—
Y violando prejuicios, lo sentimos enorme,
cuando vio del amigo, fracasar la Quimera,
le enrostró sus afectos, y miróle deforme.

Oh ! qué puercos que somos,
cuando llega la angustia,
y la Vida nos ríe con su máscara mustia.

Todo sufre el ultraje de la risa o la duda:
todo llora en silencio un fatídico lloro.
Es imbécil mostrarse con el alma desnuda,
sin tener el refugio de la Muerte o del Oro.

Oh ! qué puerco es el hombre
cuando sufre la angustia,
de mirar de la vida la cariátide mustia.

En la marcha silente de los sueños enfermos
y entre el ritmo sonoro de las bellas palabras,
somos pobres fantasmas, que por trágicos yermos,
desfilamos alegres a funciones macabras.

Y, por eso es que el hombre,
cuando sufre de angustia,
es un cerdo con cara de cariátide mustia.

Pero el tiempo ha llegado. . .
Ya la marcha se advierte
de esa Dulce Señora, a quien llaman la Muerte.
Ya el cobarde hace muecas y prorrumpe en gemidos
y el amigo nos nombra, implorando a Jesús.

Oh! qué puercos que somos al sentirnos comidos,
por un mar de gusanos, de silencio y de pus...



LOS DESPEDAZADOS

A la plancha muda y fría,
a la plancha tenebraria del fatídico anfiteatro,
van llegando día a día
—como en lenta caravana, como en trágica teoría—
los vencidos de la vida, en el grande y negro teatro. . .
En sus lívidos esbozos
se reflejan vagamente las tormentas de su vida,
que en los últimos instantes dolorosos.
les dejó dentro del alma palpitante y honda herida,
Y los tiran sobre el mármol tenebrario
cual trastajos de enseñanza, cual exóticos escombros.
¡ Pobres parias ! que en su vida de calvario,
condujeron ilusiones y ternuras en sus almas,
y cargaron infortunios y esperanzas en sus hombros!
En sus caras—¡ tristes caras !
cenicientas, cardenosas, inmutables.

se transfunden sus pesares en diversas notas raras:
en sus ojos—dos abismos insondables—
empañados, cristalosos y entreabiertos,
se vislumbran nebulosos e inciertos
sufrimientos ignorados y visiones angustiosas;
algo así como las huellas de esperanzas destrozadas
por su vida de miserias espantosas!
Son sus frentes marchitadas
—yertas páginas—que cuentan,
apostrofan y lamentan
en sus mustias paralelas surcaciones,
sus aciagas amarguras
sus acerbas oblaciones,
y sus grandes, y profundas y perpetuas desventuras.
Sintetizan y refieren
desengaños, caracteres y martirios,
vicios, luchas, energías y delirios. . .
Y sus bocas,
arrugadas, contraídas como en un supremo esfuerzo
de expresiones postrimeras,
de recuerdos evocados, de sonrisas lastimeras,
son corolas marchitadas por el frío de la tumba.
son heridas
que sonrieron, que lloraron,
y besaron y quedaron abatidas
por el ósculo de hielo fie la Muerto redentora
que, a la luz asoladora
de sus lóbregas pupilas,
sus intensas pesadillas y sus horas intranquilas
acalló!

Y sus bocas,
narran penas, y desgracias y oraciones;
y retienen—por el último ronquido comprimidas—
horrorosas agonías y terribles maldiciones,
pedimentos postrimeros y postreras despedidas. . .
En la plancha muda y fría
los arrojan desgreñados y desnudos:
con las carnes impregnadas de los últimos trasudos
y a la luz que se difunde por las túrbidas ojivas,
se destacan sus siluetas repulsivas:
con el vientre amoratado,
boquiarriba y con el pelo
por la sórdida navaja del muertero, recortado.
Llega frío el escalpelo,
y sangriento despedaza:
y la mano carnicera del galénico estudiante.
arrancando las entrañas, y rompiendo los tejidos,
se solaza. . . . .
Con fatídicos chirridos
de la sierra, la bruñida dentadura,
las paredes de sus cráneos les tritura:
queda entonces, palpitador y parduzco,
el ovillo de los sesos
como lívido molusco.

Y después,
como carnes de destajo,
los arrojan en montón a la carreta.
que desfila lentamente, como cópola repleta
de piltrafas impregnadas de sangriento espumarajo.

¡ Pobres parias, sin hogar y sin amigos!
sin plegarias ni campanas en su muerte,
en su muerte solitaria de mendigos...
Pobres parias de la triste y negra suerte;
de la vida de convulsas vibraciones dolorosas:
Pobres parias—tristes seres olvidados—
que se ven despedazados,
y sin rezos, ni sollozos, y sin flores en sus fosas.
A la plancha muda y fría,
al horrible rastro humano
van llegando día a día.
como lenta caravana, como trágico rebaño,
los vencidos de la Vida,
náufragos del desengaño!



LO INELUCTABLE

... Y el sabio, dijo así:
Ha llegado el momento
en que cansado, y triste y abatido
de tener pensamiento
y no haber sido nada,
y todo haberlo sido,
descifre la jornada
del Más Allá...
Con el hirsuto cráneo entre la diestra,
largamente pensó. . .
Su pupila de león era siniestra,
como si tenebroso pensamiento,
eh el fondo de su alma se enredara.
Ha llegado el momento...
— se volvió a repetir - y levantó la cara
contemplando el reloj, cuyas agujas,
ante las claridades de una luz inerte.
los minutos rodaban cual burbujas.
sopladas por los labios de la Muerte...
••—Morir. . : :" — Lo Ineluctable -
"To be or no to be" — "¡Oh Hamlet inmutable! "
Entre el Ser y el no Ser.
la razón del no Ser es la más fuerte.
"EI por qué de vivir?
El Destino?" La suerte?
Morir!"

Abstraído quedóse ante su estro;
y a la sombría luz de su conciencia.
sobre su helado yunque de Maestro.
forjó así la Existencia :
"Una fornicación, ardiente y asesina:
tal vez sin sentimiento ni ternura;
después. . . ? el caso obligatorio : la rutina
de gozar el placer bajo una alcoba obscura...
Helo ahí todo;
una casualidad de lodo contra lodo;
el instante bestial de unos ovarios
que sorbieron el germen de la Vida,
en una palpitante sacudida
de espasmos sin amor y atrabiliarios...
EI niño, el hombre. el viejo. . .?"

Nublóse el espesor de su entrecejo,
y en suspenso quedó. . . , ¿Qué meditaba?
La riqueza, el placer, ciencias y gloria?
— El mundo le cantaba —
"Todo es mentira — dijo — mentira transitoria".
Y el amor?
No hay sino dos verdades : la Muerte y el Dolor.
Para qué el pensamiento?
¡Oh Hamlet inmutable!
Ha llegado el momento
de abandonar la vida miserable!
Y, trágico, solemne y bellamente,
sin una abdicación, sin una voz,
con una bala se rompió la frente;
y al ver la risa que plegó su labio
pensárase que el sabio
se reía de Dios.



AULLIDO

Qué tristeza, qué tedio qué dolor, qué amargura
el tratar a las gentes, con sus mismas falsías:
todas van disfrazadas con la vil vestidura
de las cosas del mundo, tan banales y frías...

—Espectral caravana—de secretas torturas,
las mujeres desfilan, ensayando alegrías:
al mirarlas—me digo—si tendrán sepulturas
para todas sus penas, como tienen las mías.

Vasta cárcel ruidosa me legó la Existencia;
mis angustias se tuercen tras sus rejas de hierro.
y en la Muerte me asiste la suprema clemencia. . .

Para ver a los hombres en mi orgullo me encierro:
y al mirarlos podridos sin amor ni conciencia,
arrastrarme quisiera y aullar cual un perro.



VISIÓN

Buitres siniestros vuelan sobre las cordilleras.
Los corceles de la guerra piafan enardecidos:
tenebrosa es la noche sobre las carreteras
y son los regimientos ciclones contenidos...

Si vibran los clarines, vibran con notas fieras:
la artillería rueda con lúgubres tronidos,
meditan los soldados ante sus cartucheras
y ciérnese a lo lejos un ¡ ay ! como de heridos...

Es el presentimiento de la carnicería
que en la tiniebla asoma su máscara sombría,
poblada ríe sorpresas y de fatalidad...

Hay Poetas que vemos el tiempo y la distancia
y que en catorce versos de trágica elegancia
la profecía hacemos de horrenda tempestad!

...Asi le hablé a Bolivar
que en su tumba me oyó. . .
Su lívido fantasma alzó la heroica mano,
y haciendo sobre América el gesto de lo Arcano
Bolívar sollozó. . .



. . . Tú, de todas, las más amada

Al fin logré Señora, hablarte cara a cara;
al fin, de tu palabra, oí la nota rara;
al fin huyó el abismo que cruel nos separara.

Fué en una tarde fría—y en una recepción
Madame de Pompadour—te proclamó el salón

y, bella, como ella, te vio mi corazón...
Temblé cuando tu mano, tocó la mano mía;
temblé cuando tu frase, brotó su melodía...
—La música lloraba y el mundo se reía—

De tus pupilas negras, miré el profundo abismo;
y fueron tus pupilas, un negro fatalismo,
para mis sueños blancos cargador de idealismo... ''

Pero en tu boca ardiente,—ardiente y misteriosa,
miré un supremo enigma, miré una extraña cosa,
que hizo que en la sombra, te viera luminosa...

Porque tu boca es alma, y tu alma es encendida ;
porque de rojos besos, tu boca es la guarida :
porque tu loca boca, sorbió toda mi vida. . .

Perdón ¡oh gran Señora, por falta tan terrible!
Decirte que te amo, es algo incomprensible,
porque tus besos guardan un mundo de imposible. . .

Llamas serán tus ojos para mi senda obscura..
Tu voz, tu cuerpo, y todo, a todo me conjura!
—Eres humana y bella, y cuanto bella pura.—

Te sueño toda mía, sin frenos, sin distancia!
Y sin embargo, miro, tu rostro y tu elegancia,
como a través de un cuadro del Grand Trianón de Francia. . .

Mas, a pesar de todo, te hablé yo cara a cara ;
y oí de tu palabra, la nota dulce y rara...
(Aparentamos juntos, tristeza o fatalismo).
Nos atraemos juntos, pero algo nos separa...
Señora: dame el brazo... v vamos al abismo!




EL POEMA NEGRO

Cuando moría, me enlazó en su brazo
cual un reptil de palpitante raso,
y con voz afiebrada y lastimera,
me dijo que cual última terneza,
y en recuerdo de toda su belleza,
me dejaba su blanca calavera...

Que robara a la hambrienta sepultura
ese último jirón de su hermosura,
que una lívida amante me sería,
y en mis horas alegres o de duelo,
su alma, descendiendo desde el cielo,
al través de sus cuencas me vería...

Pasa el tiempo... El ave silenciosa
del recuerdo voló sobre su fosa,
llamándome a cumplir aquel pedido,
que cual lúgubre flor de sus amores,
me dejó en los postreros estertores,
temerosa a los lutos del olvido.

Y era una noche. Oscuridad y viento;
la lluvia desgarrando el firmamento;
batida en sus ramajes la espesura;
los jardines tronchados y barridos;
y del mar, el estruendo y los rugidos
resonando a lo lejos con pavura...

Ardiente el corazón, los miembros yertos,
escalé la muralla de los muertos;
y pensando en la súplica postrera
de esa lívida novia del misterio,
me perdí en el profundo cementerio,
porque iba a robar su calavera.

Por las calles desiertas y medrosas,
buscando en los letreros de las fosas,
llegué hasta su sepulcro solitario.
El viento en los cipreses sollozaba,
y la lluvia furiosa me azotaba
cual queriendo arrojarme del osario.

De una lámpara sorda, bajo el brillo,
su mármol quebranté con un martillo.
Cual fatídico abismo, negro y hondo,
de la tumba la puerta entenebrida
abierta contemplé... De entre su fondo
brotó una bocanada corrompida!...

Y en lo profundo de la negra caja,
entre blancos jirones de mortaja,
la miré desleída y pestilente:
sepultadas sus formas y sus manos
entre olas hirvientes de gusanos
que tragaban su carne lentamente.

En sus sienes, mechones de cabellos...
sus ojos ¡ay! como ningunos bellos,
convertidos en cuencas pavorosas;
en su boca, que fue roja granada,
una muda y horrible carcajada,
y su pecho en piltrafas asquerosas...

De su belleza, que radió cual astro,
no había allí tan siquiera un rastro.
Era un informe y corrompido andrajo.
La miré contristado, mudo, inerte;
medité en los festines de la muerte
y me hundí en el sepulcro abierto a tajo.

Temblorosas, tendiéronse mis manos
al inmenso hervidero de gusanos.
Busqué de la garganta las junturas,
nervioso retorcí... Hubo traquidos
de huesos arrancados y partidos...,
hasta que hollando vil las sepulturas,

Huí miedoso entre las sombras crueles,
creyendo que los muertos, en tropeles,
levantaban su forma descarnadas
corriendo a rescatar su calavera,
esa yerta y silente compañera
de la lóbrega noche de la nada...

Eso pasó..., fue ayer... Hoy, en mi mesa,
cual escombro final de su belleza,
helada, muda, lívida e inerte,
sobre mis libros en montón reposa,
cual una gigantesca y blanca rosa
¡Que ostentase la risa de la muerte!...

Sus grandes cuencas, como dos cavernas,
me contemplan inmóviles y eternas.
Atónito, al mirarlas me figuro
que su alma tal vez huya del cielo
para triste, silente y con anhelo,
mirarme allá, desde su fondo oscuro.

Entonces con amor llego hasta ella,
y cual si fuera cuando viva y bella,
por sus huesos mi mano se desliza:
siento de ansia el corazón opreso,
y en el instante en que le doy un beso,
¡me encuentro, ¡ay!, con su macabra risa!...

Y allá, de la alta noche, cuando escribo,
ante su faz sintiéndome cautivo,
me parece que se abren sus quijadas
y que en frases muy tiernas, temblorosas,
me pide que le diga blandas cosas,
como en noches amantes y borradas...

Y soñando, la veo transformarse
en la bella de entonces, y acercarse...,
y sentirme yo suyo..., y ella mía...
Mas al instante mi pupila advierte
que no es sino la imagen de la muerte,
que me contempla estática y sombría.

Ya llevan mucho tiempo estos amores...
es ella quien conoce mis dolores,
los sueños todos de mi vida entera...
Ella me da la desnudez que viste,
y yo el cariño de mi alma triste,
teniéndola de novia hasta que muera.

Y cuando rompa de la vida el lazo,
cual ella a mí, la enlazará mi brazo,
y antes que en mi redor todo sucumba,
le diré como frase postrimera:
-¡Acompáñame, pobre calavera;
acompáñame, amada, hasta la tumba!...




Mientras anda la Hora

—Doctor; sigue esta fiebre,
que el alma me entenebre,
implacable y brutal como si fuera
mi vida toda que al rodar callada,
espera, espera... y siempre espera
una sonrisa lastimera
de unos labios helados cual los míos.
—Doctor; mi carcajada desolada,
y cansada
y llena del afán de mi jornada,
tiene la muda soledad de los desiertos...
—Doctor; vuestra ciencia suprema,
para mi mal —mal de los muertos—
es una luz, cuyo fulgor no quema.
—Doctor; dejadme quieto!
Prefiero antes que el hombre, el esqueleto.

Perdonadme, Doctor... Soy el enfermo.
que únicamente callo cuando duermo..
...Espero una visita.
Es una Dama pálida y silente.
Hace tiempo. Doctor, me dio una cita,
y la espero esta noche blandamente...

-Doctor; alguien toca la puerta...
Abrid! ¿Es ella acaso?
Ella es...! Doctor, viene encubierta:
indicadle el camino, dadle paso,
y no toquéis su túnica de raso,
porque oculta el Misterio seriamente. !

Buenas noches, dulce amiga lejana.
Os esperaba... adelante. Señora...
—Doctor; esa campana.
¿por qué sin ser la hora, da la hora,
y esparce, su lamento?
Qué descanso que siento,
mi querido Doctor.

Enmudecido de temor;
qué descanso, doctor!...

Este pensar horrible de mi pensamiento,
de mar en furia, es límpido remanso. . .
No tengo frío, mi querido Doctor,
algo pasa sobre mi corazón. . . algo que no me duele!
;Será que ya murió mi corazón?
Algo me impele
hacia la barca azul, en que el laurel
hecho ritmo, y verdor y resplandor,
tiende un abrazo redentor,
mi sabio y muy admirable, mi señor Doctor:
—Perdonad al enfermo, y su candor.

—Lo más cerca de mi, Señora...
Soy un niño muy triste...
y hace tiempo que lloro.
No recordar en qué consiste;
lo dulce de tu cita, triunfará.
Dadme un beso, oh. Señora!
Dadme el beso callado y no comprado,
de tus labios siniestros, por los mudos.
Señora, y a mi lado.
estrechemos los músculos desnudos,
para dormir. . .
Morir. . . ?



A TU FANTASMA CRISTO:


Divino Galileo : Quijote, Rey y Hermano;
llego ante tu Cadalso, tendiéndote mi manó,
porque a todos los hombres la tuya se tendió. . .
Río Eterno y silente de las misericordias:
Pastor, Poeta y Mártir de todas las concordias,
desencantado y solo, a Ti me llego yo.

Si llego, es porque tú eres el Dolor hecho Cristo :
porque nunca un cerebro como el tuyo se ha visto;
porque gloria es tu sangre de un glorioso arrebol.. .
Porque en la Noche Humana, tus ojos son dos astros
que alumbran el Pasado, cual un excelso Sol.

...Y, sin embargo, el mundo, prostituye tu nombre
y un fariseo existe dentro de cada hombre,
que calumnia tu Credo y envilece tu Cruz...
Predicaste a las fieras que se matan por hambre.
y que sobre una charca de vicios y de sangre,
devoran tu Cadáver, dulcísimo Jesús...

Tal vez desde el Misterio puedas mirar la angustia
que se extendió, tan pronto tu boca noble y mustia,
entre dos bandoleros, exangüe se cerró. . .
El Perdón Infinito clamaste en tu agonía
y aquella chusma imbécil, que atónita te oía,
con el odio y el crimen tu frase interpretó.

¡Oh, Rey de los Judíos! En nombre de tu muerte,
el negocio y la infamia por doquiera se advierte;
y haciéndote la guerra, hablan todos de paz...
Tiende tus tristes ojos sobre tu inmensa obra:
y si eres un espectro, la materia recobra,
para que llores mucho, cubriéndote la faz. . .

En cada pueblo tienes un Símbolo de Culto,
y el Símbolo es un Palio de flores y de insulto,
ornado por laureles de lucro y de oración...
Si al mundo regresaras, Sublime Visionario,
verías una feria alzarse en tu Calvario,
y un nido de serpientes en cada corazón. . .

Amor, piedad, consuelo, alma, dicha y belleza
fué el Nimbo doloroso que radió en tu cabeza,
y por El coronaste el Gólgota fatal.
Todo rodó en la sombra... Todo fué vano y triste;
solo Judas es grande ; y el Beso que sufriste,
luce una Primavera perpetua y criminal.

Tu Corona de Espinas es un nidal de cuervos;
tu desnudez es tienda de todos los protervos;
y en tu Cruz suelen todos, sus garras afilar. . .
Jesús Divino y Triste : eres un triste drama,
que visto en el silencio (cualquiera que te ama)
se alegra de tu muerte, poniéndose a llorar. . .

Emperador Doliente de la Bella Palabra:
el Diablo es el que reina con sus patas de cabra,
sobre tu pobre Tierra, desconsolada y ruin.
De tu doctrina quedan solamente pedazos;
y sirven de instrumento tus amorosos brazos
a la Codicia artera, al ocio y al esplín. . .

Sobre tu nombre blanco, hay un siniestro luto;
y lo corrompe el sabio, y lo profana el bruto,
porque todos tus sueños engendran la inquietud..
Pero en tus funerales hay muchas azucenas:
muchas almas bohemias y muchas Magdalenas,
que llorarán su llanto en pos de tu Ataúd...

Duerme, Buen Galileo... Duerme, pálido Hermano.
Hay gentes que te aclaman al verte en el pantano...
No resucites nunca... Quizás te negarían...
Predicaste a las fieras, que se matan por hambre,
y que al mostrarte a ellas brindándoles tu sangre,
en nombre de las Leyes, tal vez te matarían...






Evangelios no dichos por nadie

DEL REIR

Y qué es reír?
Ser una esfinge en el sufrir,
mar sin orilla en el sentir,
mostrarle el puño al Porvenir,
cual astro solo, solo ir
y ver la Vida en el morir:
Eso es reír. . . Eso es reír.

Ser tempestad, nube y zafir,
tras los besos siempre ir,
ante el ultraje el rostro erguir,
si nos difaman sonreír,
y por cansancio sucumbir:
Eso es reír. . . Eso es reír.

Con quien merece, el pan partir,
de la canalla siempre huir,
nunca con brutos discutir,
a la mujer jamás herir,
y ser un Dios para morir:
Eso es reír. . . Eso es reír.

Nunca prestarse a divertir,
red de calumnia nunca urdir,
majaderías nunca oír,
las emociones exprimir.
y ser geniales al morir,
Eso es reír... Eso es reír.

Y por sentir, y por cantar y por sufrir
todo debemos dirigir
a la victoria del morir;
ante el terror del Porvenir,
con nuestro orgullo, así decir:
Sentir, sufrir, morir, reír. . .
Eso es vivir. . . Eso es vivir.






El terror de la sombra
TESTAMENTO DE MI C E R E B R O

Callada y sigilosamente me asesina
la espantable seguridad
de que yo seré un loco. . . !
En el terror mi Espíritu camina
y la Sombra y la Muerte en mi convoco....
Ia noche me da miedo. . . Su soledad
alza mil garras que me estrechan:
despavoridos ojos fijamente me acechan,
y soy como un beodo en plena obscuridad...
Un fatídico frío me encadena
a la brutal visión de lo Inconsciente;
un pavor al pensar me abraza v llena
torturando y mordiéndome la mente . . .
En la quietud crujen los muebles y me aterro.
las mudas horas de la noche cuento,
y ríe el Viento, y llora el Viento:
y pasa en las tinieblas un entierro...

Tal vez nadie conozca ese momento
de ver en desnudez su pensamiento;
tal vez nadie conozca ese tormento
de escuchar una voz que al oído
es como el alarido
de un Espectro que hablara...
Fatídica visión la noche me depara.
cuando siendo YO mismo, creo no ser el Mismo
cuando en frío silencio, cuando en vasta quietud
experimento la tétrica inquietud
de esa HORA que ha de llegar.
—enmascarado y lúgubre asesino—
que tiene la misión de estrangular
mi corazón, mi pensamiento y mi Destino.

Es entonces que pienso
en la noche mortal de la Locura;
y mi Espíritu grita; y velo denso.
como losa letal de sepultura,
aplasta sin piedad la vestidura
de mi anhelo infinito por lo inmenso

Entonces es que palpo la estructura
de mi cerebro—en que el cansancio impera—,
como cirio encendido, cuya cera
se derrite en fulgor y en amargura,
bajo la bocanada de la noche obscura.

Y vendrá la Locura!
Ha de venir la Lívida Asesina
con sus siniestros pasos de pantera:
saltará de la Sombra en que camina,
y sonriente y feroz, fatídica y artera,
extenderá hasta mí su Garra Traicionera.
— con mueca de Mujer y calavera—.
Tal vez algo de luz quede en mi frente para
ver las tinieblas. . .
Sentiré horrible miedo!
y lentamente,
mis ideas se harán trágico enredo,
ante un viejo Doctor indiferente.

Y seré el loco!
Desamparo en mi sombra ha de ceñirme!
y muerto para el mundo,
faro sin luz, lúgubre faro,
del Manicomio yerto en lo profundo,
me tocará morirme,
y sin querer reír, reírme. . . !
. . . Un ataúd que compran
unos hombres contentos.
- que fueron mis amigos—.
Aserrarán mi Cráneo unos idiotas,
— para estudiar—.

Y después... La derrota final de las derrotas
la podredumbre pavorosa y sin testigos...

Es la verdad :
me asesina la espantable seguridad
de que YO seré un loco!
He de pasar el trance inofensivamente:
he de ser silencioso-—y tal vez más Poeta-
y diré sólo esto, perturbadoramente :
que muero del cansancio del Planeta.

Y heladas ya mis pálidas cenizas.
—Fénix de Lux—volando de sus rastros,
más allá de las nubes y las brisas,
preguntaré por DIOS entre los astros.



LA HORA DEL DOLOR

REÍD, HERMANOS
Orgullosos Maestros de la Risa que llora ;
incomprendidos Hombres de los "Hombres que pasan"
estrellas de una noche, que es huérfana de Aurora
mudos Crucificados que el infinito abrazan :
nosotros, los ungidos
por la desesperanza de no ser comprendidos;
nosotros, los heridos
por las ingratitudes de los brutos que vencen ;
nosotros los callados, los que ni tienen fuerza
contra todos aquellos que nunca se convencen
de que muere la fuerza, y que la vida adversa
guarda su dentellada
en todos los momentos
para la carcajada
de todos los jumentos.

A vosotros yo hablaba. Hermanos:
Hermanos de la Risa fatal, cínica y negra.
los de la Risa de los ojos y las manos:
los de la Risa, que al reír no alegra
a vosotros Hermanos en suplicio
haciendo de mi orgullo el sacrificio.
y de vuestras sonrisas un silicio.
y de la Brutalidad un edificio:
a vosotros Hombres de Nietzsche el loco,
el que de ser tan Grande se convirtió en siniestro
a vosotros, yo llego y vuestro gesto invoco,
para decir el Padre Nuestro
del Reír Doloroso, que es el vuestro.

Y ESTA ES LA ORACIÓN, HERMANOS:

Amemos la desventura de las antipatías,
y las manos infames y las sonrisas frías,
porque estarán hediondas en nuestros bellos días...

Amemos el ultraje de las huecas envidias,
porque somos hidalgos para todas las lidias.
y Dioses predilectos de todas las insidias.

Amemos nuestra enorme indigencia de músculos,
porque con cinco balas haremos cinco opúsculos,
que en tenebrosa cárcel serán dulces crepúsculos:

Amemos la opulencia de las nubles pobreza.-
porque ricos plebeyos, jamás serán Altezas
de la Bolsa que guarda millones de bellezas.

Y, por último amemos, es el Faro que vierte
luz sobre los Caminos inmensos de la Suerte,
y que conoceremos al merecer la muerte. . .

Orgullosos Maestros de la Risa que Hora:
del Dolor de Reír, esta es la Hora.



DE PROFUNDIS

Oremos por el Año, buen hermano.
Oremos por la muerte del anciano..

Por lo que fuera triste, alegre o vano;
por su luz y su sombra; por sus bienes y males;
por sus horas de gloria y de bellezas;
por sus días aciagos y sus días triunfales;
por sus encantos y tristezas,
y por todas sus horas criminales...
perdonémoslo todo, buen hermano.
y oremos por la muerte del Anciano.

Oremos por su muerte
y por todos los seres que lo vieron;
—por los que son y los que fueron—
por las gentes felices,
desconocidas de las horas grises;
por los que en dichas, y placer y goces,
tuvieron esplendores y alegrías,
mirando sin dolor cruzar veloces,
las rondas misteriosas de los días...
Perdonémoslo todo, buen hermano.
y oremos por la muerte del Anciano.

Por los ricos sin alma:
por todos los magnates opulentos,
le testa y corazón empedernidos;
por los que despreciando los hambrientos
se sienten por el mundo aplaudidos;
por los que siendo paladines de egoísmo,
miran indiferentes al abismo,
sin inclinar los ojos hacia abajo,
donde todo se arrastra y todo gime
ante la luz de un sol que no redime
ni la llaga, ni el hambre, ni el andrajo. . .
Perdonémoslo todo, buen hermano,
y oremos por la muerte del Anciano.

Por los buenos:
por los que de piedad y amores llenos,
vieron pasar el infortunio humano,
tendiéndole la mano;...
por esos, que acercándose a la herida
restañaron la fuente de su sangre ;
por los que en torno de la sed y el hambre
lloraron los dolores de la Vida...
Celebremos a esos, buen hermano,
y oremos por la muerte del Anciano.

Por los malos:
por los facinerosos y malvados,
por los que roban, matan y que oprimen,
por los que, de Hombres Buenos disfrazados.
guantes se ponen para hacer el crimen;
por los que se revuelcan en el cieno;
por los que traicionan y que adulan;
por los que el corazón, de sierpes lleno,
contra toda bondad se confabulan;
por los reyes del Odio y de la Insidia;
por los calumniadores tenebrosos;
por los que sólo viven de la envidia
y que pasan siniestros y leprosos...
Perdonémoslo todo, buen hermano,
y oremos por la muerte del Anciano.

Por los tristes:
por los tristes y solos, y sufrientes;
por todos los que en luchas invisibles
con un mundo supremo de imposibles,
desfilan por la Vida, indiferentes;...
por los que sufren hambre, sed y frío;
por los que van vestidos de guiñapos,
y mirando el Placer y el Desvarío,
humedecen con lágrimas sus trapos. ..
Por la mujer que en la bohardilla inverna
amamantando al hijo macilento,
en tanto que en la lóbrega taberna,
el padre en el alcohol halla sustento...

Por el paria infeliz que entre la sombra,
marcha sobre el dolor, que lo conduce,
pensando en la riqueza, que lo asombra,
y en el crimen brutal que lo seduce...

Por el Artista pobre y desolado,
que tiende al Ideal la triste frente,
y al fin, sin esperanza y agobiado,
ante el mundo egoísta que resbala,
reconcentra sus sueños y su mente,
y se abre el corazón con una bala. . .

Por los niños enfermos : por los niños
sin madre y los idiotas:
por esos que nacieron sin cariños,
y con las almas y las vidas rotas...

Por todos los que marchan a la guerra,
bajo las duras garras de las Leyes,
y matan por la Patria y por sus Reyes,
que son los que disfrutan de la Guerra.
Por el soldado que los ojos cierra
bajo el sable asesino y la metralla,
y mata sin saber el que lo mata,
y rueda sobre el campo de batalla,
en tanto que en sus ojos se retrata
la imagen de la madre o la del hijo,
la de su pobre rancho o de su amada,
que más tarde ante un triste Crucifijo
ha de llorar desconsolada...
Por los tristes oremos, buen hermano,
y oremos por la muerte del Anciano.

Por los desventurados en amores:
por los que en nadie creen y dudan todo:
por los que supliciados de dolores,
al mundo miran como mar de lodo;
por esos que aman, sin que sean amados;
por las pobres mujeres:—¡pobres flores!
por todos mis amigos desdichados;
por la plebe infeliz y los señores;
por los tristes, hermano, por los solos;
por mi vida y la tuya...
Desde el Norte, hasta el Austro y a los Polos,
por la Vida y las almas: ¡Aleluya!
Perdonémoslo todo, buen hermano.
Y oremos por la muerte del Anciano.